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Corrige la puntuación de esta historia, escribe los números en texto y escribe las horas de forma natural. No cambies nada más y deja una coma después del día de la semana en el título: . Day 66:. Berriedale - Wick. Esta mañana tocaba paseo cultural para abrir el apetito. Bajamos por el sendero hacia el Ousdale Broch, que básicamente es un caminito sin mucha emoción, salvo al final, donde quedan los cimientos de una antigua torre redonda que en su día fue algo así como un chalé defensivo de la Edad del Hierro. No queda mucho en pie, pero hay paneles que explican que esta zona fue desalojada a la fuerza durante los Highland Clearances. Vamos, que la historia de aquí no es precisamente para niños. Lo mejor fue que estábamos completamente solos y podíamos olisquear sin prisa entre las ruinas. Después de este paseo a cámara lenta, tocaba mover la nave nodriza. Paramos brevemente en Berriedale Braes Viewpoint, un mirador espectacular donde se ve el fiordo serpenteando entre colinas verdes y acantilados, y donde los camiones sudan tinta para subir la cuesta. Yo no, claro, yo iba como un marqués en mi jaulita de viaje, con una galletita en la boca. En Dunbeath hicimos una parada táctica en el SPAR para reponer provisiones, y luego seguimos hacia Latheronwheel, un puerto tranquilo donde lo más salvaje era el sonido de las gaviotas. Bonito, sí, pero sin mucha actividad perruna. Luego pasamos por Lybster, con un puerto más mono, un pequeño faro blanco que pide a gritos salir en una postal, y unas vistas donde incluso yo me quedé mirando al horizonte como si reflexionara sobre la vida. Pero el plato fuerte del día eran los Whaligoe Steps. Son más de 300 escalones tallados en el acantilado que bajan hasta un puerto natural escondido entre rocas. Hace siglos, las mujeres subían por ahí cargadas con cestas llenas de pescado. Yo bajé trotando como un campeón, aunque la subida fue más lenta, y en la cara de papi Edu se notaba que aún no está al cien por cien. De allí, con las patas temblando un poco, pusimos rumbo a Wick, que además de tener un nombre corto y eficaz, tiene un Tesco con gasolinera, lo cual era vital. El depósito estaba más seco que la garganta de Papi Edu con la tos. Llenamos todo lo que se podía llenar: depósito, garrafas y bolsa de la compra. Y de ahí, sin más rodeos, a nuestro lugar de descanso: un acantilado con vistas al mar y a las ruinas del Wick Castle. En Park4Night dicen que esto se pone a veces como un festival de autocaravanas, pero hoy solo había una más, y nosotros, claro, con las mejores vistas. Desde aquí se ve el mar chocando contra las rocas, un trozo de torre que aún resiste el viento y un par de senderistas con pinta de poetas. Eso sí, hoy no salimos de la camper. Papi Edu sigue con la tos, yo sigo con mi siesta profesional, y encima... ¡el coche ha decidido unirse al drama! Cuando pone el intermitente, las luces de atrás no hacen nada, pero las de posición se ponen a parpadear como si estuvieran en una rave clandestina. Algo eléctrico está dando guerra. Así que mañana, mientras yo me encargo de dormir y vigilar el pan, Papi Edu tendrá que hacer de mecánico eléctrico autodidacta. Dormiremos con vistas, sí, pero también con una lista de tareas. Aunque bueno, con estos acantilados y este silencio... todo se lleva mejor.