Anoche, mi papi, mi tito Joan y yo pasamos una noche más tranquila que un gato en una sala de lana. Fue la segunda y última noche en Eslovenia, porque ¡hoy cruzamos la frontera hacia Croacia, el país número 6 en este alucinante periplo!
Estábamos a tan solo 30 kilómetros de la frontera croata, ¡más cerca que el hocico de un perro de una chuche! Luego, nos enfrentamos a otros 30 kilómetros para llegar a Zagreb, la capital de Croacia. Decidimos aposentarnos en un hotel con la habitación en la planta baja y el coche aparcado justo delante. ¿Puede un perro pedir más comodidad? Mi papi y tito Joan se convirtieron en chef gourmet de la cámper, y créame, ¡hicieron maravillas en la cocina!
Tras un merecido descanso nos lanzamos a explorar el centro de Zagreb, una ciudad grande pero que, por ser domingo, estaba más relajada que un perro en una hamaca. En el centro, se divide en dos partes: la ciudad baja, que es como el centro moderno y animado, y la ciudad alta, que es la parte histórica y pintoresca. En resumen, la parte baja es como el perro fiel y la parte alta es como el gato misterioso de la ciudad.
La ciudad alta nos dejó con la lengua fuera (y eso es decir mucho para un perro). Vimos de todo: iglesias majestuosas, edificios que harían babear a mi papi (no sé qué le ven a los edificios brutalistas, pero bueno), callecitas que te atrapan y una cantidad incontable de edificios que parecían brotar del suelo como setas. Además, dejé mi huella en la ciudad, literalmente. Marqué algunos territorios estratégicos como mío.
Después de explorar el centro regresamos caminando a nuestro hotel. Es como una casa en un entorno un poco alternativo, con hippies y todo eso. Pero, tranquilos, es muy seguro. Ahora estamos listos para ir a dormir. Aunque tenía esperanzas de dormir en una cama mullida, al final me toca la cama canaste. ¡Vaya decepción! Pero bueno, lo importante es estar aquí, en esta aventura con mi papi y mi tito.
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