¡Cómo mola dormir en el desierto! En toda la noche y toda la mañana no hemos visto ni un alma, ni viva ni muerta. También tengo que admitir que me da un poco de miedo cuando tengo que salir para mear porque es muy muy oscuro. No me atrevo a alejarme más de diez metros de la cámper pero tampoco quiero hacer mis necesidades a menos de 20 metros de nuestra casa rodante. Entonces mi papi tiene que salir conmigo sí o sí.
Por la mañana disfrutamos de la paz y salimos bastante tarde en coche. Fuimos a una pequeña ciudad Tuzluca donde mi papi entró otra vez en una oficina de correos por el tema del peaje. El hombre de correos salió con un metro para medir la distancia entre las ruedas del coche. Aunque sobre papel la distancia es exactamente tres metros veinte, el hombre no quería vender una viñeta de categoría 1 porque la medición llegó a dos centímetros más y esto sería categoría 2. Y en aquella oficina de correos no tienen viñetas de categoría 2. Qué lío, por Dios.
En fin, todavía sin viñeta, subimos a una mina de sal en el mismo pueblo. Mi papi y mi tito visitaron la mina (yo no podía entrar). En las fotos se ve que poco tiene que ver con una mina. Son salas o galerías enormes en la roca, iluminadas con luces de diferentes colores. Pero es bastante guay, no? Luego bajamos otra vez al centro y comimos en la calle, o sea en la terraza de un pequeño restaurante.
Por lo demás, no hemos hecho mucho más. Hemos venido a un lugar bastante bonito donde vamos a pasar la noche. Es un sitio bastante ideal pero hay mil mosquitos y moscas en la cámper. Bueno, ya he matado dos de ellos. De los otros 998 se encarga mi papi.
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