Hoy os voy a relatar nuestro día en la temible "Military Highway". Por la mañana, después de nuestra rutina mañanera (ya sabéis, esas cosas humanas que involucran cepillos de dientes y café) nos subimos a la carretera principal de esta odisea, la famosa "Autovía Militar", o como yo la llamo, la "Militantastic Highway".
Este lugar está lleno de tráfico, sobre todo camiones que parecen salidos de una película de Transformers. Resulta que es una de las pocas rutas que conecta Georgia con Rusia. ¡Así que, literalmente, estábamos en el cruce de caminos entre Oriente y Occidente! Y yo, con mi cola moviéndose como un péndulo hipnotizado por tanto tráfico.
La parada estrella del día fue en un lugar tan soviético que seguro que Lenin se siente como en casa. Se llama el "Panorama Gudauri", un monumento soviético que celebra la amistad entre Georgia y Rusia. Con ese nombre no sabíamos si estábamos en un monumento o en el set de una película de James Bond. Está hecho principalmente de hormigón, pero lo han decorado con azulejos que podrían dar envidia a una discoteca de los años 80. ¡Qué brillo!. Y cuánta gente admirando aquella maravilla de arquitectura soviética. Seguimos avanzando después de esta experiencia psicodélica, aunque, como siempre, tuvimos que sortear atascos que harían enrojecer a una tortuga.
Un poco más adelante tuvimos un intercambio cultural de primera. Ayudamos a un ruso que necesitaba cinta adhesiva americana para reparar su coche. Una especie de "Trato hecho, Comrade" de cinta adhesiva. Y tras esta colaboración internacional continuamos nuestra travesía hacia Stepantsminda, que suena como el nombre de un mago salido de un libro de fantasía. Allí esperábamos encontrar un lugar donde comer y relajarnos en una piscina de agua termal caliente. Pero aquí viene la sorpresa, ¡el agua no estaba ni caliente, ni tibia, sino más bien fresquita! Así que el chapuzón quedó en stand by, pero la vista seguía siendo peculiar.
Después de esa pequeña decepción acuática nos dirigimos al Monasterio de la Santísima Trinidad, que prometía ser una joya. Según la guía, la carretera asfaltada estaba cerrada, pero como mi papi y nuestro cámper son intrépidos, decidimos aventurarnos por la otra carretera que estaba en muy mal estado. ¡Vaya desafío! Media hora de pendientes empinadas y esquivando grandes piedras después, llegamos a una carretera asfaltada que, para nuestra sorpresa, no estaba cerrada en absoluto. ¡Sorpresa, sorpresa! Y eso que pensábamos que estábamos haciendo una hazaña de exploradores.
Llegamos al Monasterio de la Santísima Trinidad, que se alza majestuoso sobre una colina con vistas que quitan el aliento. Tras explorar el lugar y sacar unas fotos para mi blog, descendimos y continuamos nuestro viaje por la Autovía Militar, en dirección a Rusia. Vale, suena a que íbamos a emprender una misión secreta. Pero no os preocupéis, no cruzamos la frontera ni nos enfrentamos a Putin.
Antes de llegar a la frontera nos encontramos con otro monasterio que parecía milenario, pero en realidad tenía solo unos 10 años. ¡Alucinante ver cómo construyen cosas bonitas a lo loco en este país! Desde allí observamos la larga fila de camiones esperando para cruzar a Rusia. ¡Nosotros, por supuesto, no teníamos la intención de formar parte de ese embrollo! Así que dimos la vuelta como un buen juego de Pac-Man.
Regresamos al lugar donde habíamos intentado nadar en la piscina termal (sin éxito, recordad), y un poco más adelante encontramos un lugar ideal para pasar la noche, en plena naturaleza. Aquí tenemos vistas a las majestuosas montañas, y para mi sorpresa, hay unas cuantas otras cámpers planeando pasar la noche en la misma zona. ¡Menudo plan!
Que fotos, que bonito todo y que ganas de estar contigo.