Ayer el sendero que queríamos hacer se fue a la mierda por culpa de la lluvia, pero hoy lo hemos compensado.
Anoche nos acostamos con lluvia, pero esta mañana el cielo tenía muy buena pinta. Cogimos el coche y nos metimos en el cañón de Truso. Como podéis ver en las fotos, la carretera está muy chunga. A mi papi le gusta conducir por este tipo de caminos, mientras yo me agarro en mi jaula detrás del asiento del copiloto. Menos mal que no tardamos demasiado en llegar al Monumento Natural de los Travertinos de Truso. Es como un campo cubierta de cal. Allí dejamos el coche y nos pusimos a andar por el valle de Truso. Es una zona muy bonita y súper verde, con mucho césped para correr. Después de unos minutos llegamos al lago de Abano. Bueno, se llama lago, pero es más bien un laguito muy pequeñito donde el agua sale de la tierra. Lleva burbujas en la superficie del agua. Dice mi papi que apesta a azufre, pero a mí me gusta ese olor a huevo podrido.
Más adelante pasamos por unas ruinas de unas torres, cerca del pueblo de Ketrisi que también es una ruina en sí. El punto más lejano de nuestra excursión fue otra ruina, la Fortaleza de Zakagori. Incluso si quisiéramos caminar más, no podríamos porque aquí cerca hay una frontera con una zona independiente de Georgia. Solo se puede pasar con un permiso especial y aun así no sería muy recomendable porque por lo visto es una zona algo conflictiva.
A la vuelta mi papi se tomó un té en un bar perteneciente a un monasterio (precio: “lo que tú quieras”). Mi descanso se fue al carajo por los perros que había allí. No eran malos pero sí eran muy muy grandes y muy pesados.
Caminando de vuelta al coche, mi papi conectó con una familia danesa (el papi de ellos era australiano). Eran muy amables y fue agradable tener un poco de conversación. Estaban muy interesados en nuestro viaje y nuestra cámper, por lo cual mi papi les dio un tour de la cámper.
Comimos y descansamos un rato en la cámper y luego comenzó la peor parte del día: la vuelta en dirección Tiflis. Primero tuvimos que salir hacia la carretera principal. Mi papi intentó coger otra ruta, por encima de la montaña, pero el camino era tan mala que decidió darse la vuelta y cogimos la misma ruta que esta mañana, por el cañón de Truso. Luego lo peor de todo fue el trayecto por la carretera principal, la llamada Autovía Militar. Igual que hace unos días, había muchísimo tráfico, muchas obras y muchas retenciones. Sólo hicimos unos 75 kilómetros, pero nos costó tres horas, ufff. Y todo esto sin parar, porque las atracciones y vistas ya habíamos visto cuando subimos hace unos días.
El sitio donde vamos a pernoctar es bastante bonito, al lado de un río. Mañana lo veré mejor, porque ahora toca descansar. Y si mañana tengo agujetas no sé si será por la caminata o por las horas en coche pero estoy agotado. Pfff.
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