Ayer llegamos a un lugar de lo más peculiar: las fuentes termales de Vani. Pero, lamentablemente había tanta gente que ni yo, ni mi papi, ni Tito Joan pudimos disfrutar de un buen remojón. Pero hoy fue diferente, nos levantamos temprano y fuimos los primeros en llegar a las fuentes. Así que, como buenos "madrugadores profesionales" nos apropiamos de la piscina antes de que nadie se diera cuenta. Mi papi y mi títo se zambulleron en el agua caliente, y, bueno, adivinad quién terminó dentro del agua también. Sí, el agua tenía una temperatura perfecta, pero, eh, puedo confirmar que el baño matutino fue un "empujoncito" más que necesario por parte de mi papi.
Después de chapotear en las aguas termales, nos aventuramos río abajo. Y aquí viene lo más sorprendente: ¡ni yo mismo podía creerlo! Me metí en el agua fresca y empecé a nadar. Parece que el río me llamaba a voces, o tal vez fue solo la emoción del momento. Hice unos cuantos largos al estilo "Chuly", y me sentía todo un perro olímpico.
Después de este emocionante baño pusimos rumbo al norte con la intención de llegar al Alto Cáucaso. Pero antes hicimos una parada en Abasha, un pueblo donde hay un monumento soviético que volvió loco a mi papi. Ya sabéis, es un fanático de las estructuras gigantes. ¡Si pudiera, se llevaría una a casa de recuerdo!
Luego hicimos una parada en las famosas fuentes calientes de Nokalakevi. Pero aquí viene la confesión, ¡ni yo, ni papi, ni Tito Joan nos atrevimos a meter un pelo en esas aguas! ¿Por qué? Pues, amigos, os diré que el olor era tan fuerte que no sabría si describirlo como apestoso o fragante a azufre. No era precisamente la fragancia que esperábamos, así que decidimos admirarlas desde lejos. Eso sí, allí aprovechamos para almorzar en la cámper, disfrutando de la comida y del "ambiente relajante" del aparcamiento. Yo, por supuesto, también hice mi siesta canina en la sombra.
Después de pasar por este aroma inolvidable nos subimos al coche y continuamos nuestro viaje por el Cáucaso. Aunque no subimos muy alto, ya que estuvimos siguiendo el curso de un río. Finalmente encontramos el lugar ideal para acampar cerca de Lukhi, un pueblito encantador. Estamos rodeados de naturaleza, al lado de un río que parece no parar de hablar. Solo un ruso está acampando cerca de nosotros, y el ruido del río me hace sentir que tengo que hacer varias visitas al "baño de la naturaleza". Ya sabéis, la llamada de la selva.
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