Día 143

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❄️💥 ¡El glaciar ataca! Papi Edu desata su furia 🏔️🪨😱
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Hoy os cuento sobre nuestra aventura en el Alto Cáucaso, donde el hielo de un glaciar demostró ser más duro de lo que mi papi esperaba.

Partimos desde Mestia, el lugar que llaman "camping de cámperes" y que no tiene nada que ver con tiendas de campaña, ¡en absoluto! Mi papi y mi tito Joan hicieron sus cosas de la mañana, mientras yo me quedé con las ganas de probar un poco de su desayuno.

Luego nos aventuramos en ese artilugio ruidoso llamado coche. No me gusta un pelo, pero las maravillas que visitamos hacen que valga la pena. ¡Y ni os cuento la carretera! Resulta que no estaba asfaltada, pero, ¡oh sorpresa!, no tenía tantos agujeros y curvas peligrosas. Llegamos a Ushguli con una rapidez inusitada, aunque nos topamos con una cola en la entrada por culpa de unos trabajadores que decidieron mejorar la carretera. ¡Ellos no saben nada de perros que temen por su vida!

Ushguli, el pueblo que aún no hemos explorado del todo, nos aguarda para mañana. Aparcamos en una colina con vistas panorámicas, y mientras almorzábamos, mi papi y tito Joan disfrutaban del paisaje. Yo, por mi parte, vigilaba nuestra cámper, que nunca se sabe cuándo puede necesitar un valiente defensor como yo.

Después de llenar el estómago, pusimos rumbo al glaciar Shkhara. Los últimos kilómetros nos los tuvimos que hacer a patita, pero, ¡qué paisajes más bonitos! Caminamos junto al río y finalmente llegamos al glaciar. Éramos los últimos intrépidos visitantes del día, así que teníamos el lugar para nosotros solos. Mi papi decidió desafiar al glaciar intentando romper un trozo de hielo, lanzando piedras cada vez más grandes. Pero el hielo, ¡oh, el hielo! Demostró ser un hueso duro de roer. Eso sí, mi papi se rindió cuando casi le caen unas rocas gigantes en la cabeza. ¡Glaciar 1, Papi 0!

Luego de la sesión de fotos en el glaciar regresamos caminando a nuestra querida cámper y nos volvimos por el valle, en dirección del pueblo de Ushguli. En el valle econtramos un lugar de lo más chulo para pasar la noche, rodeado de flores y con el río que no paraba de hablar, o mejor dicho, de hacer ruido. Estamos rodeados de otros animales, como vacas, caballos y, claro, perros, ¡pero gigantes! Me siento pequeño junto a esos colosos, pero al parecer, están dispuestos a cuidar la cámper. Así que, mientras ellos vigilan, yo me relajo.

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