Día 154

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Hoy comenzó nuestra aventura en Capadocia. Aunque el tiempo no siempre fue nuestro aliado, disfrutamos cada momento en esta tierra mágica.
Nuestra historia empezó en un lugar que tenía potencial para ser guay, pero el tiempo dijo: "¡Hasta aquí!" y nos jugó una mala pasada. Pero, ¡ojo al dato! Decidimos que rendirse no era una opción, así que pusimos rumbo a Uchisar en Capadocia, donde las chimeneas de hadas hacen yoga al amanecer. Pero, ¿paramos allí? ¡Pues no, que aquí la aventura es nuestro apellido! Continuamos por una carreterita más estrecha que un fideo, hasta llegar al borde del "Valle del Amor". ¿Por qué se llama así? ¡Pues porque el amor está en el aire! Aquí, las formaciones rocosas parecen, bueno, formas amorosas. ¡Y no hace falta ser un genio para verlo!
Antes de meternos en líos de exploración, no podíamos ignorar el rugir del estómago. Encontramos un sitio con vistas a Göreme que, si fuera comida, sería un manjar para los dioses. Tras llenar la panza estábamos listos para conquistar el Valle del Amor. Pero, ¿qué creéis que encontramos? ¡Rocas con formas sospechosamente parecidas a ciertas partes del cuerpo humano! Me hizo soltar una risotada canina.
Pero como si el clima fuera nuestro sensei del humor, cambió de humor más rápido que un chiste de perro y gato. Comenzó a llover, ¡y no queríamos acabar empapados como perros de feria! Así que corrimos de vuelta al coche y llegamos justo a tiempo para ver un arcoíris tan espectacular que si hubiera habido un pote de chuches al final, habría sido perfecto.
Después de esa escena digna de una película encontramos un lugar para pernoctar con vistas de otro valle de Capadocia. El sitio era más tranquilo que una siesta de gato en domingo y cruzamos las patas para que al amanecer aparezcan esos globos aerostáticos mágicos.

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