Día 167

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El sitio donde pasamos la noche no era precisamente un hotel de lujo, pero ¿quién necesita una cama mullida cuando tienes una cámper llena de diversión? Después de nuestras típicas rutinas matutinas (levantar la pata aquí y allá), nos subimos al coche y, tras una eternidad de olores interesantes llegamos a un lugar llamado Mira. Deberíais conocerlo, ¡es donde aparentemente San Nicolás de Mira pasó sus mejores momentos! Exploramos un lugar arqueológico, y créanme, no quería quedarme en la cámper ni un minuto. Afortunada-mente me dejaron entrar en el sitio sin problemas, y hasta hice un amigo peludo. Además del teatro encontramos ruinas de iglesias y tumbas en la ladera de la montaña. No pudimos entrar en estos edificios pero lucían fenomenales desde abajo. Después de nuestra visita mis humanos se dieron un festín en un restaurante del pueblo, ¡y yo casi me babeeo pensando en las sobras! Luego continuamos nuestro viaje rumbo a la duna de Patara. ¡Qué lugar tan emocionante! Había montañas de arena gigantes junto a la playa... bueno, cerca de la playa. La playa estaba tan lejos que ni me molesté en mojar mis patitas. Las vistas eran impresionantes, ¡pero la arena me llamaba más!
Para pasar la noche llegamos a un sitio paradisíaco junto al mar. Montaron una terraza junto a la cámper, y yo... bueno, yo ya me estaba quedando dormido. Después de un día tan emocionante, necesito mi merecido descanso. ¡Guau - fantástico!

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