Hoy hemos pasado un día realmente genial en la naturaleza, con un poco de cultura y... bueno, también un buen rato en coche.

Comenzamos el día antes de que el sol se asomara por el horizonte. ¿Sabéis qué? A veces, madrugar tiene sus ventajas. Ver el amanecer es como un regalo especial de la naturaleza.
Aunque no vimos cientos de globos como en Capadocia, ese solitario globo en el cielo nos recordó que cada día puede traer sorpresas inesperadas. ¡No importa cuántos globos haya, siempre disfruto de las vistas desde abajo!
Después del desayuno nos montamos en el coche y nos dirigimos hacia el misterioso templo de Aslankaya. ¿Qué es? Bueno, es un lugar lleno de historia y secretos por descubrir. Quién sabe qué historias guardan esas piedras antiguas.
Luego visitamos Asar Kalesi, un castillo o más bien una roca perforada en medio de la nada. Aunque no había dragones ni princesas, el mero hecho de explorar lugares tan remotos y misteriosos nos llena de emoción. Incluso rodearon una película en aquel sitio: AROG.
Un breve viaje en coche nos llevó al auténtico Valle de los Frigios en Ayazini. No sé quiénes eran los frigios, pero su legado sigue vivo en estos impresionantes paisajes. ¡Y mi nariz perruna estaba en plena acción exploradora! ¿Lo mejor del día? Nos topamos con un equipo de televisión turca. ¡Parece que mi fama está llegando lejos! Tal vez me descubran como el perro viajero más divertido de todos los tiempos.
Disfrutamos de un "delicioso almuerzo" en la cámper, miramos las casas-cueva desde lejos, desde cerca, por fuera y por dentro. ¡Y hasta yo me sentí como un verdadero explorador!

Para despejar nuestras patas, dimos un paseo corto por un impresionante cañón. Había muchas más ruinas en el pueblo, pero ya estábamos algo saturados de iglesias y cuevas, entonces seguimos nuestra emocionante travesía hacia el norte.
Una hora y media en coche nos llevó a Karakaya, nuestro sitio de pernocta. Resulta que ya habíamos estado aquí hace 3 meses, ¡pero eso solo significa que es un lugar que merece una segunda visita! Ahora estamos casi solos en el pequeño bosque y no hay cientas de tiendas de campaña como la otra vez. Esto promete un descanso profundo, aunque los perros callejeros son bastante ruidosos.