Hoy hemos llegado a Thessaloniki, y ahora tito Joan está con nosotros.

Imaginaos, despertamos en la playa, y papi Edu se convierte en Chef Edu preparando comida para un ejército de perros (vale, quizás solo para él). Y yo mirándolo con una ceja levantada, pensando: "¿Puedo saltarme el pienso esta vez, papi?"

Después, mi papi se lanzó al agua cristalina como si fuera un delfín en busca de la pizza perfecta, mientras yo me quedé en tierra firme, firme como una roca que no quiere mojarse ni con una ola de chistes malos. Aunque, sí, confieso que soy un experto nadador y alguna vez me decido a saltar al agua.

Pero, lo más emocionante vino después. Después del chapuzón de mi papi nos fuimos a dar un paseo por la playa. Yo recogiendo conchas y él persiguiendo su sombra (o eso parecía). Juegos, risas y un par de miradas coquetas a las gaviotas. ¿Qué puedo decir? Me gusta mantenerme ocupado.

Luego, en coche volamos por las autovías como si estuviéramos en una película de acción, pero sin los efectos especiales. Llegamos a Thessaloniki en un abrir y cerrar de ojos, lo que significa más tiempo para disfrutar de las vistas y menos tiempo para escuchar música aburrida en la radio.

Aparcamos en la puerta de una lavandería donde mi papi decidió lavar nuestras ropas (sí, también lavó mi mantita). Mientras la ropa giraba y daba vueltas en la lavadora, nosotros devoramos nuestra comida. ¿Por qué esperar cuando puedes comer ahora mismo, verdad?

Después fuimos al aeropuerto, donde nos esperaba mi tito Joan, ¡y ahí sí que hubo alegría! No parábamos de dar saltos y vueltas, como si estuviéramos en una pista de baile de perros. Joan se quedará con nosotros durante 15 días, y estoy seguro de que le haré compañía y le contaré mis mejores chistes caninos.

Finalmente nos dirigimos a buscar un lugar para dormir. Encontramos una colina con vistas a la ciudad y el mar, y nos instalamos como si fuéramos los reyes del mundo. Seguramente dormiremos como bebés, o como perros que han tenido un día lleno de diversión y emoción.