Día 184

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Hoy os traigo una historia que podría titularse "La Odisea de Chuly por el monte Olimpo". Papi Edu, tito Joan y yo, decidimos aventurarnos hacia el mítico monte Olimpo en Grecia.

Salimos bastante tarde del sitio donde pasamos la noche, que era una zona de picnic. Yo estaba ansioso por continuar explorando, pero a veces los humanos tienen sus rituales matutinos que me hacen impacientar un poco. Nos montamos en el coche, rumbo al monte Olimpo. Pero antes de llegar allí, hicimos una parada en la gasolinera. Y yo, siendo el inteligente observador peludo que soy, noté que el combustible en Grecia es caro de narices, ¡1,75€ por litro! Menos mal que no me toca pagar el diésel.

Luego, tuvimos que enfrentarnos a una carretera chunga, sí, "chunga" es la palabra adecuada para describirla. Estaba llena de baches y curvas, y yo estaba en la parte trasera de la cabina, balanceándome como un barco pirata en una tormenta. Tito Joan decidió que era el momento de hacer su papel de "Cowboy Joan" cuando nos encontramos con un grupo de vacas obstinadas en medio del camino. ¡Vaya, parecía que estaban teniendo una protesta de vacas! Tito Joan las espantó con un palo mientras yo pensaba en ofrecerles algunos de mis snacks, ¡seguro que se hubieran movido más rápido!

Subimos y subimos por esa carretera chunga hasta llegar a más de 2450 metros de altura. ¡Casi tocábamos el cielo! Los paisajes eran tan bonitos que incluso yo, que no tengo tiempo para mirar mapas, no podía evitar quedarme boquiabierto (o mejor dicho, boquicerrado) ante tanta belleza.

Finalmente, llegamos a un refugio al final de la carretera. Pero ya era demasiado tarde para subir al monte Olimpo, así que decidimos quedarnos en la cámper.
Ah, ¿qué es el monte Olimpo? Bueno, es un lugar mítico de la mitología griega, hogar de los dioses, como un spa celestial para los dioses griegos, pero sin masajes ni cócteles de piña. Pero no, no encontramos a Zeus ni a ningún dios por allí.

La temperatura bajó más rápido que la velocidad de Papi Edu al ver una oferta de comida para perros. Pero no os preocupéis, mis amigos, estábamos preparados. Con la cámper bien aparcada, los paneles aislantes en su lugar y la calefacción funcionando a toda máquina, estamos más calentitos que una tostada en una tostadora de lujo. Yo, por supuesto, me acurruco en mi manta y me siento como el rey de la montaña.

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