Os tengo que contar la última movida de este perro trotamundos que, por si no lo sabíais, acabó en un hospital veterinario.
Anoche, cuando os decía que poco a poco me recuperaba de la pelea con los canes callejeros, mi trasero y otras partes sensibles parecían haberse unido a una fiesta dolorosa. Además, echaba de menos un diente, que se había tomado unas vacaciones sin previo aviso. Vaya fiestón, ¿verdad?
Papi, con su habilidad para buscar soluciones en Google, dio con la dirección de un hospital veterinario. Y, en un abrir y cerrar de ojos estaba haciendo la mudanza de nuestro campamento. En menos tiempo del que se tarda en decir "¡lánzame esa pelota!" ya estábamos plantados frente al hospital veterinario. Aquí hay un veterinario que habla inglés como un auténtico Shakespeare. Bueno, quizás no tanto. Me metió mano de arriba a abajo: trasero, ojo, y sí, también mi "churrita" estaba bajo su atenta mirada. Me enchufó unas inyecciones y arregló mis heridas. Pero, el plato fuerte del menú era mi barriga, que tenía a todos mordiéndose las uñas. Al final decidieron que pasar la noche en el hospital era la mejor opción. Papi dice que cuesta lo mismo que un hotel de cuatro estrellas, pero sinceramente, mi "suite" es una jaula, sin cojines ni almohadas, con solo una manta en el suelo. No tiene nada de lujoso, pero bueno, lo que importa es que me miman. Aunque un masaje habría estado bien, ¡nunca viene mal un mimo extra!
Hoy a mediodía mi papi apareció con Tito Joan, y os juro que fue como recibir un regalo sorpresa en Navidad. ¡Me puse como loco de contento aunque no podía mostrarlo porque al moverme me duele todo. También era la hora de decirle adiós a Tito Joan que ya se ha vuelto a Barcelona. Hoy seguro que mi papi estará ocupado con cosas "útiles" (todavía no sé qué significa eso) y quizás, ¡quién sabe!, se tomará un merecido descanso. Mañana me pondrá al día.
Más tarde el veterinario llamó a mi papi para comunicarle que iban a anestesiarme para una inspección más exhaustiva de mi barriga. Ahora ya estoy despierto, todavía con la cabeza en las nubes, y no sé muy bien qué trastearon ahí abajo. Pero me han prometido que estaré bien y que mañana podré volver a corretear con papi. El veterinario ya habló con él para que pueda dormir tranquilo.
Así que, en resumen, estoy en buenas patas, en un lugar que no es precisamente un spa de lujo canino, pero ¡aceptamos pulgas como propina! Pronto estaré listo para continuar explorando nuevos sitios.
Hoo que bonito