Día 200

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No tuvimos una noche precisamente relajante, así que esta mañana nos costó más que un galgo en una carrera de obstáculos poner en marcha nuestros motores. Imaginaos a mi papi y a mí, luchando contra el cansancio como auténticos campeones, y todo para darle vida a otro emocionante capítulo de nuestras aventuras en ruta.

Cuando finalmente logramos despegar de la cámper, la mayoría de las otras autocaravanas que nos rodeaban habían desaparecido como si se las hubiera tragado la tierra. ¡Abracadabra, y se esfumaron! Solo quedaban unas cinco valientes almas rodantes junto a nosotros, mientras anoche había unos 20.

Un taxista se plantó justo al lado de nosotros y empezó a tocar la bocina como si estuviera persiguiendo a un ladrón. Cuando mi padre se aventuró a salir, se desató un diálogo al estilo de una película de espías. El taxista quería saberlo todo: cómo está hecha la cámper, cómo funciona y, lo que más le picaba la curiosidad, ¡cuánto costó! Mi papi intentó explicarle que calcular el costo real era más complicado que resolver un acertijo, ya que él mismo construyó esta máquina de aventuras con sangre, sudor y un montón de herramientas. Pero el taxista solo quería cifras, como si estuviera calculando el premio gordo de la lotería.

Luego de nuestra charla con el taxista, por fin logramos ponernos en movimiento y nos lanzamos a la carretera como auténticos héroes del asfalto. Atravesamos curvas y más curvas en un puerto de montaña que parecía una montaña rusa de velocidad. Pero, comparado con las carreteras de pesadilla que enfrentamos en otros países, esta carretera parecía un paseo por el parque de atracciones. ¡Recordad las rutas llenas de baches y desafíos extremos en Turquía, Georgia y Armenia!

Cerca de la ciudad de Esparta, ascendimos a una colina con una misteriosa estructura que se parecía a una pirámide gigante. Aunque no tengo idea de lo que es, el lugar resultó ser el escenario perfecto para una parada emocionante. Tenemos vistas panorámicas de la ciudad y algunos árboles proporcionan sombra. Mi papi calentó otra porción de su comida para recargar energías, y nuestra siesta fue tan épica que decidimos convertirla en el evento principal y final del día. ¡Nada supera una buena siesta al estilo canino!

Ahora, la temperatura ha dado un giro de 180 grados. Durante el día hacía calor, pero ahora casi hace frío. Menos mal que estamos en nuestra casita rodante, donde siempre nos sentimos cómodos y acogidos. Algunos vecinos han llegado con su cámper furgoneta 4x4, pero el entorno sigue siendo tranquilo.

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