Anoche el mar decidió convertirse en el DJ de una fiesta ruidosa, y créame, no nos dejó dormir en paz. Parecía que estábamos al lado de una autopista en lugar de una apacible playa. Pero no pasa nada, la diversión siempre está garantizada cuando viajas en la "ruloteca" con mi papi.
Hoy la historia comienza con una misión ultra importante: ¡retirar los puntos de mi trasero y mi barriga! Sí, ya sabéis que no soy el mayor fanático de los veterinarios, pero esta vez tenía que enfrentar mi miedo. Mi papi encontró una clínica veterinaria cerca de donde estábamos, y no fue una odisea llegar allí. Entramos en la clínica y, sorpresa, ¡no había una multitud de animales esperando! Solo estaba la veterinaria, que hablaba inglés de lujo. ¡Imaginaos, una veterinaria que entiende a la perfección mis gruñidos en inglés!
Así que, me subieron a la mesa, y la veterinaria sacó sus tijeras y... chac chac chac, ¡en un par de cortes, mis puntos desaparecieron! No me dolió nada, lo juro, aunque al principio estaba más nervioso que un gato en una perrera. Pero la veterinaria fue rápida y efectiva, y lo mejor de todo, ¡fue económico! Mi papi solo soltó cinco euros, lo cual fue un chiste en comparación con lo que pagaría en la clínica veterinaria de Atenas. ¡La mejor ganga canina de la historia!
Después, de regreso en la "ruloteca", volvimos a la hermosa cala que visitamos ayer. Ahora tengo prohibido el acceso al agua, así que no tuve que preocuparme por mi papi intentando lanzarme al agua de nuevo. Soy un buen nadador, pero eso no significa que tenga que gustarme el agua, ¿verdad?
Después de un par de horas el calor comenzó a apretar, y nos retiramos de la playa. Luego partimos hacia el norte, para encontrar... ¡otra playa! Cuando llegamos solo había una autocaravana con una pareja de ancianos de Austria, lo que significaba que tenemos casi todo el espacio para nosotros. ¡Playas desiertas, aquí vamos!
Nos instalamos, nos alimentamos y luego dimos un largo paseo por la playa, mi papi y yo. Y al final, mi papi no pudo resistirse y saltó al mar de nuevo. Esta vez, estábamos en una playa extensa, ¡y no había alma viviente! Mientras mi papi nadaba y saltaba olas, yo me quedé en la orilla, con mis cuatro patas bien plantadas en la arena. No soy un perro de agua, pero eso no significa que no pueda disfrutar de la vista.
Al regresar a la "ruloteca", mi papi entabló una conversación con la pareja austriaca vecina. Los humanos, siempre buscando hacer nuevos amigos en cualquier rincón del mundo. Tras una ducha nos retiramos a nuestra casa sobre ruedas para prepararnos para la noche. Ahora una autocaravana francesa con una familia con dos niños acaba de llegar, así que ahora somos tres en la fiesta rodante.
Muy bonito y chuly guapísimo..