Día 205

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Hoy el tiempo ha volado, y parece que el dinero de mi papi también se ha esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Pero, como siempre, hemos disfrutado de nuevas experiencias.

Por la mañana nos levantamos en la playa gigante donde habíamos pasado la noche. Casi no había un alma a la vista, solo los tres cámpers, incluido el nuestro. Mi papi aprovechó para echarse un remojón en el mar. Es que le encanta nadar, y más si la piscina es infinita.

A mediodía nos pusimos en marcha y nos dirigimos hacia la ciudad de Patra. Sabíamos que era hora de hacer la colada después de unas semanas de viaje. Encontrar una lavandería fue fácil pero, oh, la lana de mi oveja favorita, como tuvimos que poner dos lavadoras y dos secadoras, ¡nos costó catorce euros! Parece que lavar la ropa en la carretera se ha convertido en un lujo canino.

Después de la lavandería hicimos una parada en Lidl. Mi papi gastó una verdadera fortuna de 75 euros en compras. ¡Creo que compró suficiente comida como para alimentar a una manada de perros!

La tarde se convirtió en noche mientras salíamos de Patra, y llegó el momento de recargar el depósito del coche. En Grecia el diésel no es precisamente barato, y esta vez nos costó 130 euros.

Nuestro siguiente desafío fue cruzar un puente que conecta el Peloponeso con la tierra firme. En la caseta de peaje nos cobraron la categoría 3, debido a la altura de nuestro cámper, aunque mi papi no estuvo del todo de acuerdo. Pero la mujer no quería darnos nada de descuento y el peaje del puente nos costó 21 euros, con lo cual hoy gastamos 240 euros. ¡Guau! Menos mal que no todos los días son así de caros. De hecho, también hay muchos días en los que no gastamos ni un céntimo.

Pero no todo fueron gastos. Al otro lado del estrecho encontramos un lugar encantador para pasar la noche, cerca de una playa. Justo cuando estábamos aparcando llegó otra autocaravana. Una familia neerlandesa con papá, mamá y tres niños pequeños. Hablaron un rato con mi papi y resultó que son casi vecinos de mi títa Bárbera en Delft. Pero pronto tenían que entrar para cenar porque eran las seis y media, la hora holandesa para cenar. Y nosotros... también nos recogimos en nuestra casa sobre ruedas para disfrutar de una tranquila noche.

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