Día 206

Audio file

Hoy os cuento una aventura un tanto peculiar en este día de perros, y no precisamente porque el tiempo estuviera de maravilla, ¡qué va!

El día comenzó con un despertar tempranero, cortesía de los ruidosos niños vecinos que jugaban cerca de nuestra cámper como si fuera un parque de diversiones de patitas peludas. A mí no me importó mucho, pero a mi papi... Bueno, digamos que mis ladridos mañaneros no eran precisamente una serenata al amanecer.

Salimos de la cámper para estirar las patitas y, por supuesto, para saludar al papá de los vecinos. ¡Menudo entusiasmo tenía por nuestra cámper alucinante! Después de una charla animada, nos invitó a tomar un café en su autocaravana. Y yo, como el buen Chuly que soy, me uní a la fiesta. Pero, oh sorpresa, uno de los niños se asustó al verme y decidieron que era mejor que yo volviera a la cámper. ¡No todos pueden apreciar mi carisma perruno, parece!

Mientras mi papi charlaba con los vecinos, decidí que era hora de una siestecita extra en nuestra cámper. Después de todo no soy precisamente un fanático de los niños asustadizos.

Cuando finalmente mi papi regresó, pusimos rumbo hacia Ioanina. Al principio decidimos tomar una ruta pintoresca que resultó ser tan retorcida como un hueso de verdad. La lluvia y las curvas no eran la combinación ideal, y las vistas eran más difíciles de encontrar que un gato en una tienda de alfombras.

Seguimos por la autopista, y en un giro de los acontecimientos un tanto misterioso, pasamos por tres taquillas de peaje. Aparentemente la categoría de nuestro coche variaba dependiendo de si una persona o una máquina de autoservicio estaba al mando. ¡Misterios de la tecnología, supongo!

Finalmente, llegamos a Ioanina alrededor de las 3 de la tarde y encontramos un aparcamiento en la orilla del lago, con grava bajo las patitas. A solo unos 10 minutos caminando desde el centro de la ciudad, ¡una ubicación que solo podría calificar como "chuchu-chulísima"! Nos tomamos un respiro y mi papi preparó algo de comer mientras yo disfrutaba de la brisa fresca y el paisaje del lago.

Luego nos dimos un paseo por el centro de la ciudad. Ioanina es una ciudad pintoresca y llena de encanto, con su ubicación a orillas del lago y su impresionante ciudadela. Paseamos por el centro, explorando la arquitectura otomana, como mezquitas y baños otomanos. ¡Vaya lugar tan interesante para visitar! Ojalá pudiera entrar a esos lugares, pero adivinad qué, ¡los perros no son bienvenidos en todos lados!

La tarde pasó volando, y cuando regresamos a la cámper ya se estaba oscureciendo. Resulta que cerca de nosotros vive una manada de 7 perros callejeros gigantes. La vista de esos mastodontes caninos me llena de respeto, y ya he decidido que cuando tenga que salir esta noche para hacer mis necesidades, mi papi tendría que acompañarme ¡sí o sí!

Papi Carlos

Ni se te ocurra salir solo, para muestra un botón!

Tita María

Te manda muchos besitos

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
9 + 11 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.