Día 263

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¡Guau, guau, amigos viajeros! Hoy os cuento un día de esos más relajados, pero con un toque cultural, porque Plovdiv no es cualquier lugar.

Salimos tarde (¡sí, me dejé ganar por la pereza!) del sitio donde dormimos y pusimos rumbo hacia Plovdiv, una ciudad que dicen que es una de las más antiguas del mundo. ¡Ni yo, con mi experiencia canina, puedo competir con eso! Imaginaros: callejuelas con más historia que huesos he mordido en mi vida.

Al llegar, intentamos quedarnos cerca de un parque para pasar la noche, pero el aparcamiento era un caos: coches, gente y más ruido que una jauría en plena fiesta. Así que, como no era el lugar para mí ni para mi papi Edu, decidimos dar un paseo por el parque. Eso sí, me aseguré de dejar mi marca en un par de esquinas estratégicas, porque no todos los días camina uno por un lugar con tanta solera.

Después de explorar un poco, decidimos buscar un sitio más tranquilo. Ahora estamos en las afueras, junto a un río, rodeados de naturaleza. Aquí no hay ruinas antiguas, pero la paz que se respira tiene su propia magia.

Pero lo interesante de hoy no es tanto dónde estamos, sino la conexión de mi familia con esta ciudad. Resulta que, hace casi 30 años, mi papi Edu y mi tita Bárbera estaban viajando en bicicleta por Europa. En Plovdiv, acamparon en un camping de la ciudad. Allí, se encontraron con un cachorro negro que había metido la cabeza en un tarro de cristal y no podía sacarla. Mi papi Edu y mi tita Bárbera, que siempre han tenido un gran corazón para los animales, liberaron al perrito justo a tiempo. La madre del cachorro, agradecida, se quedó cerca de la tienda de campaña de ellos para protegerla.

Meses más tarde, mientras mi papi seguía pedaleando por África, mi tita Bárbera estaba en Holanda. Allí, la madre de mi papi adoptó una perrita que era idéntica al cachorro que habían salvado en Plovdiv. Fue entonces cuando Bárbera sugirió que la llamaran Plovdiv, en honor a aquella experiencia tan especial.

Eso sí, el nombre no fue fácil para los holandeses. Durante toda su vida, Plovdiv tuvo que soportar que la confundieran con un macho, a pesar de ser una perra. ¡Vaya lío con los nombres extranjeros!

Así que hoy, aunque haya sido un día tranquilo, siento que estar aquí en Plovdiv conecta con una parte bonita de la historia de mi familia. Es curioso cómo un lugar puede unir tanto el presente como el pasado.

Joan

Joan

Que bonita la historia.❤️

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