Hoy es mi cumpleaños. 10 años tengo ya!

¡Guau, guau! Hoy toca entrada especial para mi blog, porque no todos los días se cumplen 10 años. ¡Diez! O lo que es lo mismo, 60 en años humanos, que es como decir que ahora soy un sabueso sabio... aunque sigo siendo un cachorro de espíritu. Y sí, lo hemos celebrado a lo grande, o bueno, a lo camper, que es más nuestro estilo. Aquí en Bosnia y Herzegovina, en medio de las montañas, ¡he tenido mi fiesta perruna!

Mi papi, como manda la tradición, me preparó un pastel de cumpleaños hecho especialmente para mí. ¡Y qué pastel! Olía tan bien que casi no podía esperar. Pero, amigos, había un pequeño obstáculo: las velas. Este año, como cumplo una década, había dos velas, el uno y el cero. Ahí estaban, brillando y chisporroteando, y yo mirándolas desde una distancia prudente. ¡Qué susto me dan esas cosas! Por suerte, papi sabe cómo calmarme, así que sopló rápido, apagó las velas y, en cuanto las quitó, el pastel fue mío para devorar.

Y eso no fue todo. También había un regalito: una cuerda para jugar. Aquí es donde entra mi instinto detective... porque, sinceramente, esta cuerda me resulta sospechosamente familiar. ¿Es posible que sea la misma de antes? ¿Una cuerda reciclada? Bueno, al final, lo importante es que puedo morderla, tirar de ella y darle buenos meneos, así que no voy a quejarme demasiado.