Hoy, el día se nos fue al traste por culpa de ese bromista llamado clima. El lugar donde habíamos pasado la noche era un paraíso de tranquilidad y belleza, pero no pudimos disfrutarlo porque, desde temprano, la lluvia decidió ser la protagonista. El tiempo estaba tan feo que tomar carreteras secundarias era un chiste malo. Así que, en un momento de genialidad, decidimos agarrar la autopista y pagar el peaje. Nada emocionante, pero avanzamos como flechas comparado con los caminos de cabras. Eso sí, los pocos kilómetros que recorrimos, quizás 50, nos costaron 4,20€. ¡Vaya broma cara!

A mediodía, encontramos una área de autocaravanas encantadora en Cressanges. Había otra autocaravana, pero igual se sentía bastante tranquilo. Allí comimos y, con la lluvia de DJ, estábamos condenados a quedarnos dentro de la cámper. Solo por la noche, cuando el cielo se cansó de llorar y empezó a oscurecer, dejó de llover y pudimos dar un paseo por el pueblo. No fue la aventura más épica del mundo, pero al menos logramos estirar las patas y respirar aire fresco.

¡Mañana será otro día y esperamos que el sol nos acompañe en nuestras próximas travesuras sobre ruedas!