Dag 253

Dragoslavele - Târgoviște - Mărcești

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¡Un día de contrastes! De la montaña congelada a Targoviste y un rescate épico

Anoche dormimos como reyes en nuestra camper, bien calentitos y abrazados por la tranquilidad de una montaña mágica. Pero por la mañana, ¡zasca! Al salir, nos recibió un frío que congelaría hasta mi pelaje. Los charcos del camino eran bloques de hielo, ¡ni siquiera podía beber de ellos! Eso sí, las vistas eran de las que te quitan el aliento, incluso a un perro como yo. Con razón mi papi decía que era uno de los mejores sitios donde habíamos pasado la noche. Un palco VIP, tranquilo y espectacular.

Tras desayunar y calentar un poco las patitas, bajamos de la montaña y pusimos rumbo a Targoviste. Esta ciudad es conocida por dos sitios principales: el complejo histórico Curtea Domnească y el famoso cuartel militar donde, en 1989, Nicolae y Elena Ceaușescu fueron juzgados y ejecutados. No os asustéis, os explico un poco: los Ceaușescu, que eran líderes de Rumanía, acabaron siendo derrocados durante la Revolución de 1989, y tras un juicio muy rápido, fueron ejecutados allí mismo. El cuartel estaba cerrado, así que seguimos directo al complejo histórico.

Curtea Domnească (Corte Princial) es una pasada. Hay ruinas de antiguos palacios y una torre llamada Turnul Chindiei (la Torre del Crepúsculo), que era usada como defensa y vigilancia. Aunque yo no podía subir a la torre ni entrar en las iglesias, ¡me dejaron explorar por fuera! A cambio, prometí comportarme y no marcar territorio en ningún monumento. Pasamos un buen rato entre los muros históricos mientras mi papá y Tito Joan leían las explicaciones y yo me hacía el interesante, alejándome de los niños que querían acariciarme. Hoy no tenía ganas de firmar autógrafos, ya me entendéis.

Al salir, nuestros estómagos marcaron la hora: ¡a comer! Tito Joan tuvo la brillante idea de buscar una pizzería. Eso sí, fue todo un desafío. Caminamos mucho entre casas bonitas y calles no muy animadas hasta encontrar una que no solo hiciera pizzas para llevar. Por fin dimos con un restaurante vacío, donde a mí también me dejaron entrar (los beneficios de no tener clientes humanos). Papi y Tito disfrutaron de unas pizzas (sin salsa de tomate), y yo conseguí que me dieran algunos bordes de masa. ¡Yummy, yummy!

Con el estómago lleno, volvimos al coche y emprendimos la búsqueda de un buen sitio para pasar la noche, avanzando hacia Bucarest. Llegamos a un lugar cerca de un río, recomendado en Park4Night, pero un poco pegado a la carretera. Mis humanos, siempre inquietos, decidieron seguir por un camino más apartado. Todo iba bien hasta que mi papi mencionó las temidas palabras: "hay mucho barro".

Y pasó lo inevitable: ¡nos atascamos! Yo podría haberles avisado, pero cuando ladré para advertirles antes, como siempre, pensaron que quería chuches o salir a hacer pis. Así que me quedé callado.
Ni con el 4x4 activado pudimos salir del apuro. El barro estaba tan resbaladizo que parecía mantequilla. Cada vez que mi papi intentaba avanzar, las ruedas se iban hundiendo más y más, como si el suelo estuviera empeñado en tragarnos enteros. Menos mal que llevamos estas planchas de desatasco, que mi papi y mi tito estrenaron (después de tres años), y en un abrir y cerrar de ojos, salimos del barro.

Al final nos instalamos en mitad del camino, lejos de la carretera y con algo más de tranquilidad. Nos refugiamos en la camper, porque afuera hacía un frío que ni el mejor abrigo canino podría combatir. Y así, tras un día lleno de aventuras, toqué mi pato de goma (como manda mi rutina) y me dormí soñando con las montañas, las pizzas y nuestro rescate épico.

Joan

Joan

Que bonito 🙂

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