Pensaba que, después de la caminata de ayer, hoy sería un día un poco más relajante, pero nada de esto.
Lo que sí es cierto es que dormí muy bien. No pasé frío porque papi se encargó de mantener la chimenea encendida, al menos hasta que se acabó la leña. La mujer del alojamiento invitó a papi a tomar café en la terraza. Le mantuvo entretenido bastante tiempo pero al final nos marchamos por la carretera del campo. Ya después de un kilómetro o algo así la cosa se complicaba. Todos los caminos que se veía en el mapa estaban cerradas con cancelas porque son caminos privados. Probamos dos o tres caminos diferentes pero al final papi decidió saltar la reja. Primero tiró la mochila hacia el otro lado de la cancela (que era más alto que él mismo), y luego a mi. Pero cuando se estaba preparando para subir la cancela él mismo, vino el dueño de la finca. Nos riño un poco pero luego fue a por la llave y abrió la cancela para que Edu pudiera pasar.
Al llegar al pueblo Alcútar nos riñieron de nuevo, esta vez por la Guardia Civil. Es que el cuartel era casi el primer edificio en el pueblo y papi aún no tenía puesto su bozal, entonces el tío de la Guardia Civil salió corriendo de su oficina para explicarle a papi que el bozal lo hay que llevar siempre. También nos dijo que Pitrés, donde estuvimos hace sólo un par de días, estaba aislado y confinado.
Pasamos por el siguiente pueblo, Bérchules, y desde allí tuvimos que llegar al otro lado de una garganta, como ayer. Pero vaya vaya, qué de trabajo nos costó encontrar la ruta porque, también como ayer, ni la señalización ni el mapa ni la traza de GPS nos llevaron al camino correcto. Seguimos un camino al lado de un canal de irrigación pero este volvió al pueblo. Otro camino terminó en una espagueti de ramas con espinas... no había manera. Hasta que me encargué yo porque el GR-7 siempre huele un poco a... GR-7. Al otro lado de la garganta tuvimos que subir muchísimo y una vez llegada a una carretera de tierra la caminata era más fácil.
Pasamos por uno pueblos más (Mecina-Bombarón) y luego... otra garganta. Pero aquella no fue complicado, de hecho el camino estaba bastante definido. Y ¡qué bonito era el paisaje! Disfrutamos mucho de las vistas y del camino. Aunque llegando al final estábamos bastante cansados los dos.
En Yegen, donde ibamos a dormir, hay muchos guiris. Papi habló un rato con dos señores de Holanda y de Bélgica, y también se escuchaba gente hablando inglés. La jefa del hotelito es belga, su novio español y tenían un bebé de sólo dos meses que se llama Medusa (la muchacha había elegido el nombre antes de comprobar lo que significa en español, jajajaja). En la habitación hizo bastante frío, no había calefacción, pero no importaba porque nos caímos muertos los dos. Sólo me he despertado para comer unos trocitos de la pizza que se entregó en la habitación. Pero creo que papi está un poco nervioso. Será por las noticias de que se enteró, algo con el coriviri. Bueno, mañana me contará. ¡Qué sueño tengo, por favor! Zzzzzzzz zzzzz zzzz.
Claro Chuly, tantos días con apenas encontraros con humanos. Caballos, cabras, otros perros, ciervos, gatos, brujas, guiris... en el momento de volver a veros con cristianos como dios manda, os riñen... jajajaja, Medusa!
Claro Chuly, tantos días con apenas encontraros con humanos. Caballos, cabras, otros perros, ciervos, gatos, brujas, guiris... en el momento de volver a veros con cristianos como dios manda, os riñen... jajajaja, Medusa!