Hoy es mi cumpleaños. Hoy de verdad. Cumplo nueve años y lo celebro en Francia dentro de la camper. Solo papi Edu y yo. No hace falta más para que sea un día grande.
La mañana pasa como muchas otras. Pero yo sé que algo importante me espera más tarde. Lo noto. Las tardes de cumpleaños tienen otro peso.
Cuando el sol ya está bajando empieza el ritual. El pastel perruno. Cada año igual. Cada año perfecto.
El pastel aparece con una sola vela. Una. Con un número nueve bien claro. La vela me impone respeto. El fuego no es ninguna broma. Pero el olor del pastel me convence. Me acerco despacio. Muy despacio. Doy el primer bocado incluso con la vela encendida encima. Valiente pero prudente. Como corresponde a mi edad.
La vela se apaga sin drama. Tradición cumplida.
Luego llega el regalo. Un juguete nuevo. Lo huelo. Lo muerdo. Lo apruebo. Me tumbo con él entre las patas y respiro tranquilo.
Cumplir años así no hace ruido. Pero llena. Por la tarde la camper es hogar. El mundo cabe aquí. Y yo, con nueve años recién estrenados, me siento exactamente donde tengo que estar.
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