Hoy tocaba levantarse pronto. A las 10:15 ya estábamos en marcha, lo que en horario camper equivale a madrugar con alevosía. Condujimos hacia el norte como si fuéramos caracoles persiguiendo al sol: casi 150 kilómetros y casi tres horas de curvas, montañas y fiordos, hasta llegar a Andenes ferjekai. El plan era cruzar al otro lado, a la isla de Senja, pero antes nos comimos dos horitas de espera. Al menos sin picnic forzoso esta vez.
Por suerte, pillamos sitio en el ferry sin dramas. ¡Y qué ferry! Salimos de la punta norte de Vesterålen y navegamos por aguas frías y azules hasta Gryllefjord, en la costa oeste de Senja. La travesía duró una hora y cuarenta minutos, pero a mí me pareció una eternidad porque tuve que quedarme en la camper. Desde fuera se veía espectacular: acantilados que parecen recortados con tijeras gigantes, fiordos que se meten hasta la cocina, y montañas que se creen vikingas. Senja no se anda con tonterías.
Una vez en tierra firme, papi se puso al volante y nos dimos un buen paseo en coche por la isla. Senja es como Lofoten, pero con menos postureo y más sorpresas. Condujimos unos 80 kilómetros más, dando casi media vuelta a la isla, buscando un sitio para pasar la noche que no estuviera petado de autocaravanas haciendo fotos a los trolls.
Y lo encontramos. Estamos al sur de Gryllefjord, aunque no hay carretera directa desde allí. El sitio exacto es en las afueras de un pueblo llamado Grunnfarnes, pegado a la costa, justo al lado de unas estructuras de madera enormes y misteriosas. ¡Son para secar bacalao! Aquí le llaman tørrfisk. En invierno y primavera cuelgan miles de peces cabeza abajo, como si fueran decoraciones navideñas noruegas muy intensas. Pero en verano no hay ni un solo pescado a la vista. Solo los esqueletos de madera esperando su momento de gloria (y su olor).
El lugar es tranquilo, con vistas a montañas que se reflejan en el agua como si fueran presumidas. No hay ruido, ni tráfico, ni motos de cross. Solo nosotros, una mesa de picnic vacía (pero tentadora), y una paz que ni en las mejores siestas de mi vida.
Hoy no hemos hecho mucho más… pero a veces eso es justo lo que necesitas.
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