Hoy el día pintaba gris, pero eso no nos detuvo. ¡Menos de media hora de viaje y ya llegamos al Kryžkalnis Partisan Memorial! Lo primero que vi fue una espada gigante, ¡una bestia de hierro que parecía clavada en la tierra! Este monumento es para los partisanos lituanos que lucharon contra la ocupación soviética. Un sitio impresionante, con mucho simbolismo, y claro, algo de reflexión.
Después de ese momentazo, nos tocó hacer unas paradas estratégicas. Lidl, como siempre, y una tienda de bricolaje, porque papi Edu nunca pierde la oportunidad de comprar algo para la cámper. ¡Nunca se sabe cuándo necesitamos un nuevo juguetito!
Seguimos hacia el norte y llegamos a la famosa Colina de las Cruces. ¡Madre mía, qué locura! Cruces por todas partes, de todos los tamaños. Papi Edu y Tito Joan bajaron a ver todo ese mar de cruces, mientras yo me quedaba tranquilito en la cámper. A veces, prefiero descansar mientras ellos hacen sus exploraciones. Aunque, no os voy a mentir, este lugar es realmente curioso.
Una hora más de coche y llegamos a un sitio ideal para descansar, un aparcamiento en un área recreativa cerca de Zeimelis, justo al sur de la frontera con Letonia. ¡El paisaje era precioso! Un lago que invitaba a meterse, pero claro, papi Edu no se atrevió con el agua, ni el frío ni el tiempo lo hacían apetecible. ¡A veces hay que ser práctico, supongo!
Ahora, aquí estoy, descansando y jugando con mi pelota, como siempre. ¡La aventura continúa, amigos! ¡Nos esperan más lugares y más historias por contar!
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