Día 47

Dalkeith - Edimburgo - Cramond

Visitamos Edimburgo con lluvia intermitente

Geluidsbestand
283

Por la mañana el cielo estaba tan gris como el alma de un gato mojado. Llovía a ratos, hacía fresquete y ninguno de los dos teníamos prisa por salir del edredón. Así que pasamos un buen rato de la mañana en la camper, echados, mirando la lluvia golpear el techo como si quisiera entrar a jugar.

Pero sobre mediodía el cielo empezó a darnos tregua. Solo un poco. Bastó para que papi Edu se animara, me metiera en mi jaula de viaje (sí, tengo mi suite personal con vistas al freno de mano) y arrancáramos el coche rumbo a Edimburgo. Media hora después, aparcamos gratis (¡porque es domingo!) en Great King Street, a tiro de piedra del centro. Bueno, a tiro de piedra de un gigante, pero se entiende.

Fuimos andando hacia el centro. Y ¡madre mía! Edimburgo estaba a reventar de turistas. Parecía que hubieran teletransportado Las Ramblas a Escocia. Gente con mapas, con cámaras, con paraguas, con chanclas (sí, chanclas), y con esa mirada de “estoy de vacaciones y voy a ver TODO, aunque me duelan las pestañas”.

Primera parada: Victoria Street. Una calle de lo más fotogénica, con fachadas de colores que parecen sacadas de una caja de lápices. Las tiendas son una mezcla entre lo hipster y lo friki, y según dicen, esta calle fue la inspiración para el Callejón Diagon de Harry Potter. Yo no vi varitas, pero olfateé muchas galletas de mantequilla.

Después bajamos a Grassmarket, que hace siglos era el lugar donde colgaban a los malos, y ahora es un lugar donde cuelgan los menús con precios desorbitados en restaurantes modernos. Tiene vistas bonitas al castillo, eso sí. Y muchos bancos para descansar las patas.

Hicimos un trocito del Royal Mile, entre rachas de sol y lluvia cada cinco minutos, como si el clima estuviera jugando a “frío-calor” con nosotros. Cuando el hambre empezó a rugirle a papi Edu como si fuera un león, fuimos a la estación Waverley, y allí, en un McDonald’s, se pidió un menú completo que devoró en modo bestia. Yo me quedé justo dentro de la puerta, mirando desde lejos con cara de “yo también como, ¿eh?”. La gente se reía de mi cara. No sé por qué.

Seguimos por el Royal Mile, pasamos frente a la Catedral de St. Giles, que es la iglesia principal de la ciudad. No entramos porque había cola, y además yo no soy muy de sentarme en bancos que no sean de parque. Al final de la calle, donde ya no caben más turistas ni tiendas de tartán, vimos el Palacio de Holyroodhouse, residencia oficial del rey en Escocia. No entramos, claro, que si yo no puedo entrar, nadie entra. Pero es bonito por fuera, con su mezcla de castillo y palacio elegante. Desde allí hicimos unas fotos y nos dimos media vuelta.

La vuelta la hicimos pasando por el cementerio de Canongate Kirkyard, que es un lugar bastante curioso. Allí descansan personajes históricos de la ciudad, y algunos turistas que se quedaron dormidos de tanto caminar. Bueno, eso creo. Es un sitio muy tranquilo, aunque uno de esos cuervos escoceses me miró raro.

Volvimos poco a poco hacia el coche, alternando entre calles adoquinadas y senderos de parque, siempre esquivando gotas de lluvia entre ratos de sol que duraban lo justo para pensar “¡qué buen día está haciendo!” antes de volver a empaparte.

Con el día ya casi terminado, decidimos volver a un sitio que ya conocemos bien: el Marine Drive, cerca de Cramond, donde ya habíamos dormido un par de noches. A menos de quince minutos en coche, no hacía falta darle muchas vueltas. Esta vez nos colocamos al otro lado de la calle, más cerca del bosque, para que el viento no nos zarandeara la célula como si fuera una tienda de campaña.

Hay autocaravanas nuevas, otras que repiten como nosotros, y sigue siendo un sitio tranquilo, con buen ambiente… y sin feria de coches ruidosos, por suerte.

Edimburgo nos ha parecido una ciudad bonita, con edificios impresionantes, historia por todas partes y rincones con encanto. Pero también tenemos que decir que no nos ha resultado demasiado agradable. Hay demasiada gente, apenas hay zonas peatonales (solo un cachito del Royal Mile lo es), y pasan coches por todos lados. Entre eso y los turistas a millones, no es la ciudad más acogedora que hemos visitado.

Mañana ya veremos qué hacemos. Hoy, toca dormir con el sonido de los árboles y la brisa, que también saben contar historias.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
6 + 10 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.