¡Guau, amigos, qué día más perruno y movido hemos tenido hoy! Hemos arrancado nuestra nueva aventura, aunque aún no hemos pisado el famoso sendero. Mi tita María, mi tito Juanjo y mi papi Carlos nos llevaron en coche hasta Tarifa, donde empezó todo el jaleo. ¡Menudo día más chulo hemos pasado allí!
Primero, hicimos una parada para comer en un restaurante (bueno, ellos comieron… yo me quedé oliendo los filetes ajenos, porque ni mi pienso de mediodía apareció en la mesa, ¡menuda injusticia perruna!). Luego nos llevaron a un sitio con un nombre muy prometedor: las Casas de Porros. Pero nada, ni un porro, ni un cigarrillo extraño, ¡ni siquiera una zanahoria en forma rara! Jijiji.
Lo mejor llegó después. Visitamos una duna espectacular llamada Punta Paloma. Yo pensaba encontrarme con una bandada de palomas para saludar y correr tras ellas, pero no había ninguna. Eso sí, la playa era de película. Me puse a correr por la arena como si fuera el protagonista de un anuncio de pienso premium. ¡Qué gozada!
Por la tarde, todos (menos papi Edu y yo, claro) se fueron a Sevilla. Nosotros nos quedamos explorando Tarifa. Dormimos en un hostal en pleno centro, donde mi olfato detectó un ambiente muy hippy. ¡Hasta el aire parecía que llevaba rastas!
Ahora estoy reventado, patas arriba y con ganas de cerrar los ojos. Mañana parece que toca mucho pateo, así que necesito estar al 100 %. ¡Os lo cuento todo después, colegas!
No seas mentirosillo, comiste arena y algas en la playa, y yo te di bajo la mesa, pequeños bocaditos sin que nadie se enterase! Pillin!