Después de una mañana de rutas 4x4, castillo y monasterio, hemos tenido una tarde sorprendente y muy divertida.
Por la mañana salimos de nuestro lugar de pernocta al lado de la construcción de hierro. Después de ir unos cuantos kilómetros en coche por la carretera buena ya pronto comenzó el jaleo y nos metimos por carreteritas chungas en el valle de Yeghegis, luego más chungas, y al final - ¡ufff! A mi papi le gusta esto, pero esto ya no se puede llamar conducir - es más bien montañismo en coche. No sé cómo pero después de media hora de maltrato del coche y maltrato perruno llegamos a la primera atracción de hoy: la fortaleza de Smbataberd. Tengo que admitir que mereció la pena, porque es bastante chula. En realidad solo son las murallas de un recinto triangular, pero desde allí hay unas vistas increíbles.
Luego tocó otro trayecto de unos diez kilómetros hacia otra atracción - el monasterio Tsakhatskar. Bajamos por la misma carretera, subimos por otra y - en un momento dado parecía que allí se acabó la ruta, porque había un caballo en el camino que no estaba dispuesto a dejarnos pasar. Cuando mi papi tocó la bocina vino la dueña para reñir al caballo y se lo quitó del medio. El monasterio es como muchas otras - dos iglesias medievales y un montón de lápidas, pero todo esto en un paisaje muy muy bonito. Y allí estábamos a solas. No me extraño, porque no se llega al monasterio con cualquier vehículo.
Otra vez tuvimos que bajar por la misma ruta y llegamos a la civilización, o sea carreteras asfaltadas. Encontramos un lugar muy bonito entre los pueblos Yeghegis y Hermon, y entre la carretera y un río. Ya había dos coches armenios y unos cuantos tíos con tiendas de campaña, haciendo pic-nic y nadando en el río. Nosotros comimos en la cámper pero cuando estábamos descansando vinieron los hombres para invitarnos a comer con ellos. Eso está guay, aunque a mi papi le cansa un poco por el tema de idiomas (por cierto, yo nunca tengo este problema porque me comunico con perros y seres humanos en cualquier parte del mundo). Sin embargo, el más joven de los seis hablaba bastante bien español e inglés, y esto cambió la cosa. Pasamos toda la tarde con ellos, nadando (sí, yo también nadé) y charlando y todo el mundo se lo pasó muy bien. Había mucha comida, carne de la barbacoa, y por supuesto aproveché. Como ellos eran séis, pude pillar séis veces mi ración de huesos y carne. ¡Yami yami! Además de mucha comida también había mucha vodka, pero esto no es para mí ni para mi papi.
Cuando ya era de noche y comenzó a hacer más frío nos despedimos de ellos y nos retiramos en la cámper. Pero ¡uff, qué lleno estoy! Quizás he comido demasiado. Seguramente tendré que salir unas cuantas veces para descomer.
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