Día 73

¡Guau, aventureros! Hoy os traigo una historia que os dejará moviendo el rabo de la emoción. Después de explorar España, Andorra y Francia, ¡hemos aterrizado en el mágico mundo de Luxemburgo! ¡Sí, amigos, ya son 26 países en mi colección de huellas caninas!

Ayer Metz nos dejó el listón alto, pero hoy Luxemburgo nos tenía preparadas unas cuantas sorpresas. Tras cruzar la frontera en nuestro cámper, nos dirigimos directos a la capital, la ciudad de Luxemburgo. Aparcamos cerca de Neumünster Abbey, y desde allí comenzó nuestra jornada exploradora. Esta abadía está en un cañón, y os lo digo de primera pata, ¡los cañones de Luxemburgo son como toboganes gigantes para perros aventureros!

Primero, dimos un vistazo rápido a la abadía y luego seguimos el río. Subimos al otro lado del cañón para descubrir las Casamatas del Bock, una red de túneles y pasajes subterráneos que parecen sacados de una película de Indiana Bones. ¡Qué emocionante!

En lo alto de la ciudad, nos encontramos con el Palacio Gran Ducal. ¡Qué pasada de edificio! En la Plaza Guillermo II, los niños jugaban con fuentes que lanzaban chorros de agua desde el suelo. ¡Eran como mini-geiseres! La exploración nos dio hambre, y mi papi decidió ir a los Arcos Dorados, también conocido como McDonald's. Y aunque Luxemburgo es un país muy rico, el menú no era caro en absoluto.

Con la barriga llena, seguimos paseando por el centro y visitamos la Catedral de Santa María de Luxemburgo. Aunque yo no pude entrar, me quedé fuera, vigilando como buen guardián. Luego bajamos otra vez a uno de los cañones, donde había un parque perfecto para correr y saltar. ¡Estaba en mi salsa!

Desde varios puntos altos de la ciudad, las vistas eran tan impresionantes que casi me caigo de la emoción. También vimos la Torre Jacob antes de regresar al coche. Nos dimos cuenta de que habíamos pasado un poco más de las cuatro horas que pagamos por el aparcamiento, pero, sorpresa, hoy era festivo, ¡el segundo día de Pentecostés! Así que quizás ni siquiera teníamos que haber pagado. ¡Jajaja, menudo despiste!

Para terminar el día, buscamos un lugar para pasar la noche. Encontramos un sitio tranquilo en un aparcamiento rural con vistas a un campo de trigo, junto a otra camper. ¡Es tan sereno que hasta los grillos cantan en estéreo! Estamos a unos 20 kilómetros de la capital, perfectos para una noche tranquila.

Así fue nuestro día en Luxemburgo, un país pequeño pero lleno de sorpresas y emociones. ¡Hasta la próxima aventura, amigos! ¡Ladraremos con más historias emocionantes!

Joan

Hufff que chulo, chuly.

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