¡Ayer por la tarde volvimos a Spangereid y eso fue buena idea! Porque esta mañana estábamos mucho más cerca del Lindesnes fyr, el faro más al sur de Noruega. Salimos prontito (bueno, a las 10, que para nosotros es bastante bien) y en menos de media hora ya habíamos aparcado. ¡Pero madre mía, cuánta gente! Parecía que todo el mundo había decidido venir hoy.

El faro es muy bonito, sobre todo para papi, que le encantan estas cosas de luz y electricidad desde que trabajaba con eso hace mil años. La costa también mola: rocas salvajes, el mar chocando fuerte, y muchos mini fiordos por todas partes. Lo que no mola tanto es que el acceso es de pago, pero no hay nadie controlando nada. Solo hay una máquina para sacar entradas y luego es todo por buena fe. A mí me parece raro, pero bueno, parece que el sistema funciona.

Estuvimos una hora y media oliendo todo, subiendo, bajando, esquivando humanos. Después volvimos al coche y seguimos ruta hacia el noroeste. ¡Qué paisajes! Todo el rato como de postal, pero la carretera era tan estrecha y curva que no podíamos parar en casi ningún lado. Aun así, papi y yo íbamos con la mirada pegada a la ventana.

Al mediodía paramos en un aparcamiento al lado de la carretera. ¡Más autocaravanas que árboles! De verdad, aquí la mitad de los vehículos son autocaravanas, sobre todo de Alemania y Holanda.

A las cinco llegamos a Flekefjord (que sí, está en un fjordo, como dice el nombre). Es un pueblito agradable, aunque ya estaba medio dormido porque aquí todo cierra a esa hora. Paseamos un poquito y luego volvimos al coche a buscar dónde dormir.

Pasamos por mil sitios que habrían sido perfectos para quedarnos, pero estaban todos ocupados por otras campers. ¡Turismo nivel jefe! Al final encontramos un sitio al lado de un camino de grava, pegado al río Sira. El lugar está un poco torcido, pero parece tranquilo y el río pasa por una especie de cañón, o fiordo.

No es el mejor sitio del viaje, pero ya sabéis... el que no corre, no duerme plano.