Día 237

¡Guau, qué día más completito! Hoy hemos cambiado de país y ya llevo 17 en mi cuenta perruna de este año. ¡Ojo, que en total son muchos más, que uno ya tiene pasaporte canino de veterano!

Dormimos en un sitio de ensueño: un campo con vistas y una torre mirador al lado, donde ni un mosquito se atrevió a molestar. Eso sí, yo estuve ojo avizor por si aparecía algún conejo madrugador.

Con el amanecer, pusimos rumbo a Košice, que estaba a solo 25 km. Pero antes de lanzarnos al asfalto urbano, hicimos una parada en las afueras para estirar las patas por un bosque. ¡Menudo bosque! Entre los árboles y las hojas crujientes, me sentí como el rey de la jungla... aunque mi papi no quiso coronarme.

Luego llegamos al centro de Košice, y aparcamos bien cerquita de Hlavná Ulica, la avenida principal. Aquí empieza la parte artística del día. Paseamos alrededor de la impresionante Catedral de Santa Isabel, vimos el elegante Teatro Estatal y pasamos junto a la Torre de San Urbano, que por suerte no tenía campanas (si no, ya me veo ladrando sin control). El Palacio de Jakab me dejó flipado: parecía salido de un cuento, aunque sin dragones ni huesos escondidos.

Tras casi dos horas de exploración y muchos "oh" y "ah" de mi papi, volvimos al coche para cruzar la frontera con Hungría. Fue todo muy rápido, ni siquiera me pidieron mi pasaporte canino. Parece que esto del espacio Schengen también funciona para perros viajeros.

Y en Hungría, a pocos kilómetros, nos topamos con el castillo Boldogkő (Boldogkő vára). Lo vimos desde fuera y, la verdad, no me impresionó mucho... ¡yo he olfateado piedras más emocionantes! Pensamos dormir allí, pero al final encontramos un aparcamiento más pequeño y tranquilo. Ya sabéis, a mí me gusta dormir con paz y sin turistas rondando. Ahora estoy listo para soñar con más aventuras.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
7 + 5 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.