La lluvia nos tenía rodeados, Toulouse nos llamaba y el sofá nos retenía. Al final ganaron las siestas, los pensamientos de papi Edu y mi talento para no hacer nada con estilo. Un día sin rumbo, pero lleno de calma perruna.
área autocaravanas 🚐
La lluvia no nos detuvo: siestas, lavandería y aventuras perrunas por Montauban hasta encontrar nuestro refugio nocturno
Hoy hemos viajado entre la lluvia, los deyavús y las fortalezas. Papi Edu juraba que Najac le sonaba… y tenía razón. Entre piedras antiguas, maniquíes polvorientos y un sol tardío, acabamos el día en un rincón encantador llamado Bruniquel.
Creía que íbamos a pasar el día entre hierba y siestas, pero papi Edu arrancó el motor y acabamos explorando castillos, ríos y pueblos de cuento antes de dormir junto al lago Rouffiac.
Oradour-sur-Glane nos deja sin palabras y sin paseo. Yo, el único perro del mundo vetado por la historia, espero fuera mientras papi visita las ruinas. Al final del día, la calma vuelve entre árboles y tornillos.
Un castillo fotogénico, un puente sin perro modelo, lluvia saboteaplanes y un papi que exprime cada área como si fuera magia nómada. ¿Quién dijo que un día gris no puede brillar?
Amanecí navegando, hice pis al lado del “baño canino”, conocí collies internacionales y papi devoró media carta del ferry. Llegamos a Cherbourg sin gasoil y acabamos durmiendo entre autocaravanas francesas.
Probé medicina danesa a la fuerza, paseé entre casas de hace siglos y vi vikingos en los semáforos. Aarhus no da tregua ni al bolsillo ni a las patas. ¡Día intenso!
Nos despertamos en Goncourt y disfrutamos de una caminata variada de 10 km con campos, aldeas, vacas y un bosque embarrado. Luego nos trasladamos al norte, pasando por ríos y un Mosela inundado, hasta encontrar un aparcamiento adecuado en Liverdun, donde vamos a dormir.