Hoy os cuento nuestra visita a Bucarest, la capital de Rumanía. La jornada empezó tarde, y os confieso que no fue culpa mía... ¡Esta vez! Mis humanos, Tito Joan y mi papi Edu, se empeñaron en limpiar la camper, que estaba llena de barro. Según ellos, era por mis patas, pero, vamos, ¿quién se puede resistir a saltar en charcos? ¡Es arte abstracto en movimiento!
Después de tanto fregar, salimos sobre las doce rumbo a Bucarest. Una horita en la carretera y aterrizamos en la Casa Presei Libere (Casa de la Prensa Libre). Es un edificio enorme, típico del estilo comunista, construido en los años 50 como símbolo de poder y propaganda. Antiguamente, aquí se editaban y controlaban los medios de comunicación durante la época socialista. Con su diseño monumental, que recuerda un poco al Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia, mi papi estaba emocionadísimo, y Tito Joan tampoco se quedó atrás. Aunque no pudimos entrar, el exterior impone con sus columnas y su aire de "soy grande y lo sabes".
De ahí, volvimos al coche para explorar el centro de la ciudad. Pasamos por avenidas llenas de edificios de la era comunista, todos enormes y con ese aire de "serio pero elegante". Aparcamos frente al impresionante Palacio del Parlamento (Palatul Parlamentului). Os cuento que este bicho es el segundo edificio administrativo más grande del mundo, solo superado por el Pentágono. Fue construido por el dictador Nicolae Ceaușescu en los años 80, y está lleno de mármol, candelabros y lujo (o eso dicen, porque no nos dejaron entrar ni a mí ni a mis humanos). Eso sí, hicimos un tour exterior, caminamos alrededor, intentamos fotos chulas y un selfie que... bueno, el ángulo no ayudaba, pero ¡al final no ha quedada nada mal!
Con tanto ir y venir, nos entró hambre. Fuimos en coche hasta el casco antiguo de Bucarest. Aquí nos dimos un festín en una hamburguesería, porque eso de pasear con el estómago vacío no es muy eficiente, ¿verdad? El casco antiguo (Centrul Vechi) es pequeñito pero tiene su encanto. Entre los edificios gigantes como el Palacio de Justicia o el Banco Nacional de Rumanía, aparece una iglesia antigua, pequeñita y fuera de lugar, como un superviviente del tiempo.
Paseamos también por un pasaje cubierto llamado Pasajul Macca-Vilacrosse. Por dentro es bonito, con un techo de cristal amarillo que le da un toque cálido. Eso sí, está lleno de bares de copas, como si el lugar gritara: "¡Noche de fiesta!". Nosotros, más de agua y pienso que de cócteles, seguimos explorando.
Ya de noche cerrada, volvimos al coche y encontramos un sitio perfecto para dormir... ¡justo al lado del Palacio del Parlamento! ¿Quién diría que en pleno centro de Bucarest se puede encontrar un lugar tan tranquilo? Está un poco oscuro y parece algo abandonado, pero nadie nos molestó. Mañana os contaré cómo hemos descansado y qué tal se ve el lugar a plena luz del día.
Súper