Strpce - Prizren - Llapushnik
Día 281
Nuestra noche fue tranquila, pero al despertar, el cielo estaba todo gris y lloviznaba, como si el universo nos hubiera mandado un mensaje claro: "¡preparaos para una jornada chunga!". Pero, como buen perro viajero, no me dejé influir por las gotas. Nos metimos en el coche, y pusimos rumbo hacia Prizren, pasando por el puerto de montaña Prevallë. A 1.518 metros de altura, todo estaba nevado, ¡y qué bonito estaba todo cubierto de blanco! Algunas personas ya estaban esquiando, ¡qué locura! Aunque el frío me calaba los huesos, disfruté de las vistas mientras mi papi conducía con concentración, como si nos estuviera llevando al fin del mundo.
Bajamos las montañas y en un pispás llegamos a Prizren. Aparcamos gratis en las afueras de la ciudad, ¡y gratis es música para mis oídos! Hicimos un pequeño paseo por la orilla del río Lumbardhi hasta llegar al casco antiguo, y sí, la lluvia no paraba. Yo, mojado hasta los huesos, mientras mi papi iba con su paraguas y chubasquero. ¡Qué poca vergüenza!
La ciudad tiene un no sé qué, ¿sabéis? Mucha historia en las calles y un toque turco (u otomano) por todas partes. Vimos la Iglesia de Nuestra Señora de Ljeviš, la Catedral Católica, una iglesia ortodoxa, y la Mezquita Sinan Pasha. También paseamos por el famoso Puente de Piedra, y a pesar de la lluvia, sentí una conexión especial con este lugar. Quizás porque los vestigios del pasado otomano están muy presentes, con casas en ese estilo que parecen contarnos historias de tiempos antiguos. Pero como siempre, el clima jugó su carta y no pude disfrutarlo del todo, y por si fuera poco, había muchas obras en la ciudad. Un poco de mal timing, pero bueno, ¡eso no detiene a este perro viajero!
Lo que más me llamó la atención fueron las estatuas. ¡Montones de estatuas! No tantas y no tan grandes como en Skopje, pero aún así, más de lo que esperaba encontrar. Todas eran de hombres armados, y lo curioso es que todas fallecieron en 1998. ¡Vaya año! ¿Qué pasó? Pues que en ese año, Prizren fue una de las ciudades clave en la guerra de Kosovo. Muchos de estos hombres fueron guerrilleros o soldados que lucharon en el conflicto. Es por eso que la ciudad tiene tantas estatuas de militares y rebeldes, en honor a los que dieron su vida por la libertad. Fue una época muy difícil para la región, y esas estatuas son un recordatorio de todo lo vivido.
En nuestra caminata, encontramos una pequeña tienda copistería. Mientras mi papi entraba a imprimir la Carta Verde, yo esperaba afuera, mojándome aún más. Pero lo curioso fue que el señor que atendía no hablaba inglés, pero sí alemán. El hombre estaba tan feliz de ver a un extranjero en su ciudad que hasta le regaló las copias. ¡Cuatro o cinco hojas sin costo alguno! Cosas bonitas que uno se encuentra en el camino, ¿verdad?
Después de pasear un rato más bajo la lluvia (y de ver cómo mi pelaje se convertía en una esponja flotante), decidimos que ya era hora de cambiar de escenario. Como el castillo estaba muy lejos y la lluvia no daba tregua, nos subimos al coche y nos dirigimos hacia Pristina. La autovía estaba genial, aunque con un poco más de tráfico que ayer, pero lo bueno es que las taquillas de peaje habían desaparecido. ¡Un lujo para los viajeros!
Sin embargo, en Park4Night no hay muchas opciones para pernoctar; parece que no mucha gente se anima a viajar por aquí. Probamos un sitio sobre una colina, cerca de una iglesia, pero no nos convenció. Finalmente, retrocedimos unos 10 kilómetros hasta encontrar un lugar más bonito, aunque sin cobertura móvil (lo cual me puso triste, porque ya sabéis que soy un perro conectado). Llegamos a un sitio junto a un monumento, y aunque está bien, hay una cantidad impresionante de basura: latas, botellas y bolsas de plástico por todos lados. ¡Qué pena que la gente no valore más la naturaleza! Afortunadamente, nuestra cámper parece tener ese poder mágico de hacer que la gente se dé la vuelta y siga su camino sin molestarnos. Así que pasamos la noche tranquilos, disfrutando de la paz, pero con el corazón un poco triste por la suciedad del lugar.
En fin, Prizren tiene algo que me llama, aunque espero poder visitarlo con mejor tiempo en el futuro. Mientras tanto, seguiré disfrutando de los pequeños momentos y esperando que el sol se asome algún día por aquí. ¡Porque la aventura nunca acaba, amigos!
Añadir nuevo comentario