Día 284

1 vídeos
Monumento a los soldados caídos de Ljesanska Nahija 🎖️ Barutana 🇲🇪 Montenegro
Audio file

Esta mañana nos despertamos en lo que parecía un escenario de película de terror: niebla espesa y silencio absoluto en un bosque. Ni un pájaro cantando. Ni un pato sonando, ni siquiera el mío de goma. Vamos, un panorama tan aburrido que a mi papi se le ocurrió que no había mucho que hacer ahí. Así que encendimos el motor y pusimos rumbo al sur, dejando atrás ese parque (o bosque, todavía no me he aclarado).

Al salir de la ciudad, papi vio una tienda grande de bricolaje. Sí, esa en la que los humanos entran a buscar “una cosita rápida” y salen con un carrito lleno de trastos que no caben ni en la camper. Esta vez fue más comedido: solo compró unas piezas para perfeccionar nuestra ducha interior. Ya veremos si queda digna de un spa o de una fuente pública en obras.

Luego nos adentramos en las carreteras, de esas que parecen haber sido diseñadas por un GPS con sentido del humor. Después de serpentear un rato llegamos a un paso de montaña... con nieve. ¡Brrr! Mucho frío, pero qué vistas. Los campos blancos y las curvas cerradas nos acompañaron hasta que por fin aterrizamos en una auténtica autopista. Y aquí sí que os digo: Noruega, ponte las pilas. Tres carriles por sentido, túneles que parecían no tener fin y ni rastro de tráfico. Un lujo que nos costó 6 euros por poco más de 40 kilómetros. Barato no es, pero por una vez parecía que íbamos en la autopista del futuro.

Cuando ya tocaba estirar las patas, paramos en un área de descanso que parecía sacada de un apocalipsis: un aparcamiento gigante para 100 coches... y nosotros dos solitos. Ni un alma, ni un ladrido ajeno, nada. Aproveché para correr y oler cada centímetro, y... hacer mis necesidades.

Después de un rato volvimos a la carretera y llegamos a Podgorica, la capital de Montenegro. No os emocionéis mucho. No es fea, pero no tiene chispa. Es una ciudad moderna, organizada, sin demasiadas atracciones, así que ni nos molestamos en bajarnos del coche. Eso sí, el tráfico nos hizo sudar más que una montaña nevada.

Siguiente parada: un monumento brutalista en Barutana. Esto ya es otra cosa si os gusta lo soviético y lo abandonado. El monumento es impresionante: grande, tosco y con ese aire melancólico que tanto le gusta a mi papi. Le hicimos un par de fotos y vídeos, porque aunque esté un poco descuidado, tiene su encanto.

Con las ruedas aún calentitas, pusimos rumbo a Cetinje, la última parada del día. Aquí repetimos sitio para dormir porque... ¡es perfecto! Estamos aparcados encima de un monasterio, en un campo amplio y bonito. La ciudad está a un paseo de cinco minutos, así que aprovechamos la última luz del día para bajar andando al centro.

Cetinje nos recibió con sus calles tranquilas y decoradas con luces de Navidad. Muy bonito, pero también muy desértico. A partir de las cinco, esto parece una ciudad fantasma al estilo nórdico: tiendas cerradas, calles vacías y frío, mucho frío. Papi y yo dimos una vuelta rápida y volvimos a nuestro hogar móvil cuando el oscuro de la noche ya lo cubría todo.

Ahora estamos aquí, listos para una noche tranquila. Si todo va bien, mañana nos despertaremos con otro paisaje de esos que hacen que este viaje sea tan especial. ¿Y qué más puede pedir un perro viajero como yo?

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
7 + 0 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.