Día 288

Esta mañana amanecimos en la zona de picnic de Podgradina, y aunque por la noche no había nevado mucho, el suelo tenía una capita blanca perfecta para dejar mi firma en cada rincón. ¡Mi arte efímero!

Salimos sobre las diez, sin prisa pero sin pausa, rodando por carreteras tranquilas y bastante rectas. Yo iba con la trufa pegada a la ventana, disfrutando de los paisajes: grandes valles, campos abiertos y ese cielo que parece no acabarse nunca.

Hicimos una parada en una fuente preciosa, algo así como un monumento moderno donde recargamos agua. Yo bebí directamente del chorro, porque soy un perro sofisticado pero con gustos sencillos.

Después nos adentramos en un pueblo que me dejó con las orejas tiesas: ni una persona, ni un gato, ni un solo ladrido. Solo casas medio derrumbadas y un silencio raro. ¿Será esto lo que quedó tras la guerra? No lo sé, pero el aire ahí pesaba un poco más.

Hicimos una paradita en un súper en Bosanski Petrovac (¡tienen buena selección de salchichas, lo huelo desde fuera!) y seguimos rumbo a Bihać. Tras unas cuantas vueltas, encontramos un sitio tranquilo para dormir, al lado del Memorial Park Garavice.

Este lugar es especial. Aquí miles de personas fueron asesinadas durante la Segunda Guerra Mundial. El memorial está formado por enormes piedras esparcidas por la colina, como si alguien hubiera querido dejar testimonio del dolor tallado en roca. Subimos andando, entre el silencio y el viento, y desde arriba se veía todo el campo abierto. Un sitio poderoso, mágico, que te deja pensando... incluso a mí, que normalmente pienso solo en pelotas y chuletas.

Después seguimos caminando por otro sendero, que nos llevó a un cementerio musulmán y luego a un edificio abandonado que parecía un tanatorio de estilo soviético. Imponente, gris, y con pinta de que algún murciélago nos estaba espiando desde dentro.

Cayó la noche y volvimos al parking. Yo cené, hice sonar mi pato de goma (ritual sagrado antes de comer) y me acurruqué en mi mantita.

Hoy no fue un día de juegos, fue un día de esos que se sienten importantes.
Mañana, quién sabe. Pero esta noche duermo con la cabeza llena de piedras gigantes, colinas silenciosas y un cielo que lo ve todo.

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