Día 26

Skinningrove - Hartsop

Del viento del mar a las lluvias de las montañas

Geluidsbestand
251

La mañana empezó sin prisas. La mitad de las otras campers ya habían salido zumbando como si regalaran croquetas en la próxima curva. Nosotros, fieles a nuestro ritmo de campeones, primero nos dimos un paseo por los acantilados de Skinningrove. Allí pasa una parte del Cleveland Way, un sendero nacional que recorre más de 170 kilómetros entre Helmsley y Filey, bordeando toda la costa del norte de Yorkshire y atravesando los páramos del North York Moors. A mí eso me sonaba a excursión épica... hasta que noté las primeras espinas en las patas.

Qué manía tienen estas plantas de esconder pinchos en los lugares más tontos. Yo andaba tan feliz, husmeando entre los arbustos, y de repente ¡zas! otra vez cojeando. Y otra. Y otra. Parecía que en vez de patas tenía imanes para púas. Además allí arriba soplaba un viento que te peinaba al revés, así que después de un tramo heroico decidimos volver a la cámper. Un par de caricias, un poco de limpieza de almohadillas, y listo.

Nos despedimos de Zarren, el fan número uno de nuestra nave sobre ruedas, y pusimos rumbo a nuevas aventuras. Primera parada: Redcar, para repostar GLP. Por poco más de 10 libras llenamos el depósito de gas para cocinar y tener agua caliente durante casi dos meses. Que no es por nada, pero con lo que se está poniendo el precio del pienso, eso es una ganga.

El tiempo empezó a torcerse justo después. Lluvia a ratos, de esa que suena como si te tiraran cubos de agua desde el cielo, pero luego atravesábamos zonas tan secas que ni un charco. Inglaterra en estado puro: cielo bipolar.

Hicimos una pausa en Kendal, una ciudad simpática a medio camino entre ovejas y tiendas. Allí papi Edu quiso “estirar las patas”, aunque yo creo que lo dijo para no admitir que quería curiosear en el supermercado Iceland (que no es una tienda de volcanes, sino de congelados). También entramos en una tienda de animales. Yo olfateé cada esquina por si caía algo interesante, pero nada. Solo piensos. Puaj.

Después seguimos conduciendo. Y conduciendo. Cruzamos casi toda Inglaterra de este a oeste. Salimos desde la costa del mar del Norte y terminamos casi en el mar de Irlanda, entrando en el famoso Lake District National Park.

Este parque es el más grande de Inglaterra y un paraíso para humanos andarines y perros exploradores (con o sin espinas). Está lleno de montañas, valles verdes y lagos que parecen espejos gigantes. A papi Edu le recordó un poco a Noruega, y tenía razón: curvas estrechas, valles profundos, y un clima que cambia más que yo de postura para dormir.

Buscamos sitio para pasar la noche. El primer intento fue en Red Pit Parking Area, un sitio precioso junto a la carretera que lleva al lago Ullswater. Pero todos los sitios planos ya estaban ocupados por otras campers bien madrugadoras. Además, el viento ahí pegaba tan fuerte que parecía que nos iba a volar la puerta trasera.

Al final encontramos un aparcamiento amplio en Hartsop, que sirve como punto de inicio para varias rutas de senderismo. Hay un cartel pidiendo una donación voluntaria, así que a ver si mañana encontramos una monedita inglesa perdida entre los asientos para dejar algo. Aquí nos sentimos muy a gusto: es tranquilo, rodeado de montañas con niebla dramática, y solo hay un par de coches y otra furgoneta.

Comimos algo, nos dimos una merecida siesta y luego... no hicimos nada. Porque seguía lloviendo a ratos, y porque sinceramente, después de tantos días movidos, también se agradece pasar la tarde tranquilos dentro de la cámper. Yo con mi pelota, papi Edu con su libro, y la lluvia marcando el ritmo en el techo.

A ver si mañana el tiempo nos deja explorar un poco más, porque este parque tiene muy buena pinta. Y yo tengo muchas ganas de probar senderos sin espinas.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
3 + 1 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.