Día 76: Little Gruinard - Upper Loch Torridon Viewpoint

Niebla, midges y reencuentros inesperados en un día sin vistas

Geluidsbestand
193

La noche fue movidita. Tuve que salir unas tres o cuatro veces para hacer mis cosas. Lo malo no es eso, lo malo es que no quería salir solo. Porque a ver, ¿tú saldrías solo, en mitad de la noche, con midges psicópatas esperándote en la puerta? Pues eso. Así que papi Edu, valiente como siempre, salía conmigo envuelto en una nube de insectos que no duermen ni descansan. Lo peor es que cuando entrábamos otra vez en la cámper, llevábamos con nosotros una nube de invitados indeseados que decidieron que lo del aire libre estaba sobrevalorado. En resumen: dormimos poco y mal.

Nos quedamos remoloneando hasta tarde y no salimos del mirador hasta después de las doce. Condujimos unos treinta kilómetros, que aquí se traducen en cuarenta minutos, hasta Gairloch. La idea era ver la playa, pero estaba llena de gente. Ya sé, ya sé, “llena” en versión escocesa no es lo mismo que en Torremolinos, pero para nosotros ya era un gentío. Además, no hacía precisamente calor. Total, que la playa quedó descartada.

En el aparcamiento había un verdadero área de servicio para autocaravanas, con su sitio para aguas grises, su grifo de agua potable... y todo gratis. Así que descargamos, rellenamos un poco (ya habíamos llenado hace dos días) y nos dimos un paseíto por el pueblo. Tampoco tiene mucho: una iglesia, un campo de golf, bastantes turistas y un hotel. El típico lugar que parece más grande en el mapa que en la realidad.

Seguimos ruta. Más de una hora para hacer cincuenta y cinco kilómetros por carreteras de las que hacen decir a papi Edu: “esto sí que es conducción escocesa”. Condujo con niebla, con lluvia, con curvas y con paciencia. Pasado Torridon paramos en el primer aparcamiento donde no había señales de “no overnight parking”. No íbamos con intención de quedarnos, solo de parar a comer. Pero el tiempo se puso aún peor. Y claro, moverse sin ver nada tampoco tiene mucho sentido. Así que decidimos quedarnos allí, con la niebla, la lluvia y una legión de midges que te rondan como si fueras su ídolo de pop.

Y entonces, toc toc, alguien llamó a la puerta. Al principio pensé: “Oh no, ¡otro midge más grande ha evolucionado!”. Pero no, era Len. El malagueño. El del pedazo de autocaravana. La que parece un autobús de gira de Beyoncé. Pasó por aquí, vio nuestra mini-cámper y se acercó a saludar. Len bajó con paraguas y todo, mientras May se quedó dentro de su autocaravana al calorcito y protegida de los midges. Len estuvo charlando un rato con papi Edu. Nos hizo ilusión verles otra vez.

Ellos siguen hacia la isla de Skye. Nosotros, en cambio, nos quedamos aquí. No se ve ni un pimiento por la niebla, y fuera no se puede estar ni diez segundos sin convertirse en buffet libre para los midges. Pero dentro, con mantita y cena calentita, se está estupendamente. Aunque no haya vistas, hay paz. Y eso, amigos, también vale oro.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
14 + 5 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.