Hoy os traigo una historia tan emocionante como una siesta larga después de desayunar: la epopeya del día que no hicimos casi nada.
Nos levantamos tarde. ¿Sorprendidos? Yo tampoco. Ya sabéis que por las mañanas arrancamos más despacio que un caracol con resaca. Dormimos en un aparcamiento junto a un bosque gigante, y tras desperezarnos un poco (yo primero, como siempre), fuimos a explorarlo. Solo una esquina, eso sí, que no estamos entrenando para las olimpiadas ni nada. El bosque era muy chulo, lleno de olores interesantes, y bastante fresquito. Ideal para pasear sin sudar la trufa.
Luego nos montamos en el coche rumbo al sur. Antes, parada estratégica en el Lidl, donde papi Edu se transformó en explorador de ofertas. No sé qué compró exactamente, pero volvió con esa cara de he-ahorrado-dos-libras-pero-me-he-llevado-doce-cosas.
La siguiente parada fue en un “lay-by”, al borde de la carretera. Que no os engañe el nombre inglés, que es básicamente un aparcamiento donde uno se sienta a comer con vistas al tráfico. Comimos en la camper. Bueno, papi Edu comió, yo di vueltas, puse cara de pena y luego me echó un trocito de su hamburguesa. Clásico.
Después del banquete exprés, seguimos bajando hasta aterrizar aquí, en las afueras de Downpatrick, junto al río Quoile. Aparcamiento tranquilo, con zona natural alrededor. Árboles, patos, algún humano paseando sin correa (¡qué descaro!), y un caminito bastante majo para dar vueltas.
Nos dimos varios paseos por aquí. No por deporte, sino para justificar la merienda y las siestas. Papi Edu se pasó la tarde leyendo cosas con pinta de tener pocas pelotas y muchos humanos hablando, así que yo alterné cabezaditas con momentos épicos de persecución de mi pelota. Uno de ellos incluso incluyó un resbalón elegante, digno de cámara lenta.
Nada espectacular ocurrió. Ni trolls, ni tormentas, ni tractores misteriosos. Sólo tranquilidad, un poco de pereza generalizada y ese silencio tan raro que a veces se cuela en nuestros días. Y no lo digo como queja, ¿eh? Que después de tantas aventuras, un día de modo ahorro de energía también se agradece.
Así que aquí nos quedamos. Junto al río, sin estrés, sin planes locos y con una pelota algo babosa como principal entretenimiento. No es mucho, pero es casa por esta noche.
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