Día 98: Glenarm - Ballintoy

De cascadas a playas llenas: un día completo en la costa de Antrim

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Hoy amanecimos con un sol de esos que te hacen pensar “pues igual aquí en Irlanda del Norte no llueve siempre”. Desayunamos tranquilos, sin prisas. Éramos la última cámper en salir del aparcamiento, como si nos hubiéramos quedado a vigilarlo.

El plan del día empezó fuerte: Glenariff Forest Park. Es un parque natural enorme, lleno de colinas verdes, bosques espesos y rutas de senderismo que parecen sacadas de un anuncio de mantequilla. Le llaman “la reina de los Glens” porque es el valle más bonito de toda la zona. Nosotros aparcamos, pagamos cinco libras (no me dejaron pagarlo con chuches, injusticia) y nos lanzamos al Waterfall Trail.

La ruta nos llevó por un bosque frondoso, con cascadas y cataratas cayendo en hilos de plata. Yo iba pensando “mucha agua veo yo por aquí para que no me dejen bañarme”. Las vistas eran tan bonitas que papi Edu paraba cada dos por tres para hacer fotos. Después enlazamos con otro sendero que también tenía miradores con paisajes que daban ganas de quedarse a vivir allí… bueno, siempre que te guste la humedad permanente.

Cuando terminamos la caminata, volvimos al coche y buscamos un sitio para comer. Lo encontramos en el puerto deportivo de Cushendall. Mientras los humanos comían, yo me dediqué a vigilar las gaviotas y mirar cómo los veleros navegaban tranquilamente por el mar. Todo muy relajante, salvo por las gaviotas, que tienen cara de estar tramando algo siempre.

La siguiente parada fue Ballycastle. Aparcamos y salimos a explorar. El pueblo tiene calles coquetas, tiendas pequeñas y, lo más importante para mí, un paseo hasta la playa. Y claro, como hacía un día espectacular, la playa estaba a reventar. Humanos por todas partes, toallas, niños corriendo, olor a crema solar… Papi Edu, ni corto ni perezoso, se lanzó a bañarse en el mar. Pero no sin antes pasar por una heladería que, según él, tenía uno de los mejores helados de su vida. Yo no puedo confirmarlo porque, evidentemente, no me dieron.

Después de recorrer el pueblo, hicimos una parada exprés en un supermercado para reponer provisiones y nos dirigimos al lugar donde pasaremos la noche. Según Park4night, solo es accesible en 4x4. Eso me emocionó, porque significa que es remoto de verdad. Llegamos y… ¡guau! Un rincón entre campo y bosque, sin un alma alrededor. Pura paz.

Los humanos decidieron que era el momento ideal para cortarse el pelo y las barbas. Así que pasé la tarde viendo cómo se convertían en versiones más aerodinámicas de sí mismos. Ahora están todos arreglados y yo, por supuesto, sigo igual de guapo que siempre. Terminamos el día en silencio, escuchando el canto de los pájaros y sintiendo que este es el tipo de sitio donde te olvidas del mundo. Aquí dormiremos rodeados de naturaleza, como auténticos exploradores… con cámper, claro.

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