Día 89

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Después de una noche en un parque lleno de barbacoas (cosa que me dejó con hambre, ¡por cierto!), nos subimos al coche y nos dirigimos al sureste. Parece que mis humanos tienen extraña obsesión por las carreteras de montaña. Todo se veía muy verde, pero a mí lo que me importa es si hay comida, ¡y de eso, nada de nada!

Luego llegamos a las llanuras de Turquía, que, si me preguntáis, son bastante aburridas. Pero lo que vimos en la carretera me dejó con la cabeza girando, ¡coches de policía falsos! Son como paneles de cartón con una foto de un coche de policía y un agente. ¡Qué ridículo! Por supuesto mi papi y mi títo Joan no pudieron resistirse y se hicieron una sesión de fotos con uno de estos polis de cartón. ¡Si es que son tan predecibles!

Un poco más tarde paramos para almorzar en las afueras de Erzurum. Después del descanso nos dirigimos al centro de la ciudad, donde me perdí entre mezquitas, madrasas y tumbas, ¡todo tan histórico y bonito! También visitamos un bazar cubierto que mereció la pena. Debería llamarse "El paraíso dorado", porque es básicamente un lugar donde venden oro, oro y más oro.

La ciudad era preciosa y llena de cosas por ver, pero como siempre, mis humanos estaban con la hora encima porque había que encontrar un lugar para pasar la noche. Subimos al monte Palandöken en nuestro 4x4, y, como era de esperar, la carretera asfaltada terminó en una estación de esquí. Ya sabéis lo que dicen: "Donde no hay asfalto, hay diversión". Encontramos un lugar a 2900 metros de altitud con unas vistas impresionantes y una puesta de sol que parecía salida de una película. Aquí vamos a pasar la noche, y espero que podamos descansar bien.

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