Día 4

Chulilla - Valencia - Almácera

Geluidsbestand

Decidir continuar una hora más en coche, ayer, resultó ser todo un acierto, ¡pues el lugar donde nos detuvimos para pasar la noche era simplemente épico! Aunque había más cámperes en la zona, encontramos nuestro rincón apartado y la gente se comportó de maravilla, brindándonos una noche de total tranquilidad. Tras nuestra rutina matutina, un poco más ágil de lo habitual, nos aventuramos a explorar un sendero por la zona, ¡y qué aventura nos esperaba! Nos sumergimos en La Ruta de los Puentes Colgantes en Chulilla, y cada paso estaba marcado con emoción. Al principio, nos topamos con una taquilla donde supuestamente debíamos pagar un euro de entrada, ¡pero para nuestra sorpresa, no había nadie allí para cobrar! El paisaje nos dejó sin aliento, parecía sacado de un sueño. Descendimos por un cañón inmenso que nos recordaba al de Ihlara en Turquía, pero sin las iglesias excavadas en la roca. Seguimos el curso del río dentro del cañón y cruzamos un par de veces por puentes colgantes al estilo tibetano. Al final, nos topamos con la majestuosa presa del embalse de Loriguilla, y a partir de ahí, la caminata se volvió un poco monótona mientras recorríamos cinco kilómetros por una carretera de grava. Pero la verdadera aventura estaba por venir. Nos adentramos en otro valle espectacular, donde se suponía que encontraríamos pinturas rupestres, aunque lamentablemente eran tan primitivas que apenas se distinguían. Tras otros cinco kilómetros, llegamos al encantador pueblo de Chulilla, lo atravesamos y, poco después, ¡regresamos sanos y salvos a nuestra querida cámper! Tras una comida reconfortante, pusimos rumbo a Valencia y estacionamos frente a la casa de mi tito Javi. ¡Qué emoción verlo de nuevo, como siempre! Y como si no hubiéramos caminado suficiente, nos dirigimos al centro de Valencia, donde ya se estaban montando las impresionantes Fallas, ¡la fiesta más grande de la ciudad! A pesar de no estar completamente terminadas, las fallas que pudimos ver eran realmente magníficas. Mi papi y mi tito cenaron en una terraza en pleno centro, mientras yo pasaba hambre y me congelaba debajo de la mesa. Luego, de vuelta al barrio de mi tito, cogimos el coche y en un abrir y cerrar de ojos llegamos a nuestro conocido refugio nocturno en Almácera, en el aparcamiento de camiones de una fábrica de arroz. Aunque el aparcamiento estaba bastante lleno, está tranquilo porque los camioneros ya se han retirado a sus cabinas y sus ronquidos no son tan molestos.

Rafa

Ya empezamos otro?!?! Ahora para dónde? cual es el destino!!??

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
3 + 5 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.