Esta mañana, después de desayunar, jugué un rato con las niñas de la familia francesa con la que hicimos buenas migas anoche. Muy majas ellas, aunque corrían como si les persiguiera un enjambre de abejas. Yo, claro, detrás. ¡Había que poner orden!
Tras las despedidas, nos subimos al coche sobre las 10. Tocaba carretera, pero de la buena. Nuestro primer destino era Hjelmefjord, a unos 40 minutillos. Allí llegamos, esperamos un rato y cogimos el ferry. El ferry de Hjelmefjord a Nesvik no tarda nada, unos 10 minutos de travesía, cruzando un fiordo que no llega ni a 2 kilómetros de ancho. Vamos, que casi me lo cruzo nadando… aunque mejor no, que eso de mojarme no va conmigo.
Ya en Nesvik, seguimos la carretera que va pegadita al fiordo, serpenteando como si fuera una culebra con prisa. Todo precioso, eso sí, pero ni un triste arcén para parar a hacer pipí o sacar una foto. Menos mal que después de un buen rato llegamos a Ostasteidn Rasteplass, un área de descanso con un mirador espectacular. Allí sí que pudimos estirar las patas, sacar fotos y presumir de paisaje.
Más adelante paramos en otro aparcamiento con vistas de postal, así que nos pusimos a comer en la camper mirando al fiordo, como quien come palomitas en el cine pero con un decorado de verdad. Yo, por supuesto, atento a cualquier trocito de comida que cayera.
Con la tripa llena, seguimos la ruta y llegamos a Sandalsfossen. Se trata de una cascada bastante maja que baja alegremente montaña abajo. Subimos por un caminito para verla desde cerca. Bonita era, pero he de decir que, como buen crítico canino de aventuras, no me hizo saltar de emoción. Le doy un 7 sobre 10 en escala de "guau".
Seguimos carretera adelante y pasamos junto a Sinkgruvene Allmannajuvet. Esto son unas antiguas minas de zinc, muy importantes en el siglo XIX, donde trabajaban mineros duros como huesos de jamón. Ahora quedan los restos de los edificios, y han montado una especie de museo al aire libre con senderos y puentes de madera. Dimos un paseo por allí. Me encantó eso de explorar ruinas… parecía que en cualquier momento podía salir un minero fantasma o, mejor aún, un bocadillo olvidado.
Luego, otra vez al coche y rumbo a Røldal, donde vimos desde fuera la famosa Iglesia de Madera de Røldal (Røldal stavkyrkje). No llegamos a entrar, pero ya desde fuera se veía que era una joya. Esta iglesia es una de las muchas stavkirker de Noruega, construidas en la Edad Media casi enteramente en madera. Están llenas de detalles tallados y tienen un aire como de cuento de hadas... o de peli de miedo, depende de la hora del día. La de Røldal es del siglo XIII, y durante siglos fue un lugar de peregrinaje porque se decía que su crucifijo hacía milagros. A mí no me hicieron milagros, pero casi consigo que papi Edu me diera un segundo trocito de salchicha, que no está mal.
Después de tanto trote, hicimos nuestro último tramo en coche para llegar al lugar donde vamos a dormir. Está escondido en un bosque, a apenas 100 metros de la carretera principal, por un caminito entre los árboles. Podemos oír los camiones en la carretera, pero el rincón es una maravilla: parece que alguien ha hecho jardinería, cortando el césped y limpiando el espacio para nosotros.
Hoy ha hecho un tiempo casi veraniego, de esos que te invitan a sacar la barriga al sol. Un día redondo para un ratonero andaluz en modo explorador.
Fantásticas esas fotos y los actores muy bien