A eso de las tres y media de la madrugada me entraron unas ganas terribles de hacer pis. Como siempre, le avisé a papi con mi mejor cara de "urgencia total", y él, medio dormido, abrió la puerta de la cámper para que pudiera salir… ¡Y casi se le cae la mandíbula!
El sol acababa de salir y estaba justo encima del horizonte, pintando todo de un color dorado precioso. Pero lo más alucinante fue que el fiordo se había tragado medio campo! Dos ruedas del coche estaban dentro del agua. ¡En serio! La marea había subido tanto que casi nos convertimos en barquita flotante. Yo, por si acaso, me alejé un poco del borde para hacer lo mío.
Cuando nos levantamos más tarde, la marea ya había bajado y el campo había vuelto a parecer un campo. Respiramos tranquilos: el coche estaba seco y listo para seguir ruta.
Pusimos rumbo al norte, siguiendo la costa del fiordo Lyngen, una carretera preciosa que va serpenteando entre montañas nevadas y el mar. Después de un par de horas de carretera, y algo más de 100 kilómetros, paramos en lo alto de una colina en Spåkenes, donde están las ruinas del Spåkenes Kystfort.
Ese sitio… ¡guau, qué pasada! Es una antigua fortaleza costera que construyeron los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Hay búnkeres, túneles, restos de cañones y estructuras escondidas entre la hierba y las rocas. Todo muy misterioso, y además con unas vistas épicas al fiordo y a los Alpes de Lyngen al otro lado del agua. Parecía que estábamos en la portada de una película de aventuras.
Después de explorar cada rincón (yo inspeccioné los túneles por si había fantasmas o gatos), volvimos al coche y seguimos conduciendo un ratito más, unos 40 minutos, hasta encontrar el sitio perfecto para pasar la tarde. Está cerquita del mar, rodeado de árboles y montañitas, con muchísima intimidad. Nada de humanos ruidosos ni coches.
Comimos en la cámper mientras mirábamos el agua brillar entre los troncos. El lugar nos gustó tanto que papi dijo: “Aquí nos quedamos a dormir”. Y yo, por supuesto, estuve de acuerdo. Ahora solo queda una buena siesta, una cena rica… y vigilar que el fiordo no se nos meta otra vez en casa.
Qué es eso redondo?
Que paisaje más bonito que hay un búnker también