Hoy empezamos el día con una escena que ya se ha vuelto típica: papi Edu metiéndose en el lago como si nada... ¡y eso que había troncos flotando por todas partes! Estábamos enfrente de una fábrica de papel, y él nadaba entre los troncos como si estuviera en un spa finlandés. Claro, es agosto y aquí es pleno verano, pero yo prefiero mantenerme seco, gracias.
Luego nos subimos al coche rumbo al norte, por una carretera preciosa entre bosques y lagos infinitos. Paramos en Ruokolahti, un pueblo muy arreglado y con mucho encanto. Allí visitamos una iglesia de madera blanca, la Ruokolahden kirkko, del siglo XIX. Tiene un estilo neogótico y un campanario de madera separado que parece un vigía solitario en medio del césped. Todo muy tranquilo, muy nórdico, muy bonito.
Seguimos la ruta hacia Savonlinna y antes de llegar, hicimos una parada junto al lago para comer. Yo inspeccioné los alrededores, claro, por si había ardillas o algo interesante. Luego, 20 minutos más en coche y estábamos en Savonlinna. A mí me tocó quedarme en la camper mientras papi Edu y tito Joan visitaban el castillo, el Olavinlinna. Es una pedazo de fortaleza del siglo XV construida sobre unas islas en el lago. Tiene torres redondas, muros enormes y fue levantado por los suecos para proteger la frontera oriental. Vamos, que da miedo hasta en verano.
Después del castillo, dimos un paseo por el pueblo (¡esta vez yo también!) y finalmente condujimos 15 minutitos más hasta nuestro sitio de pernocta, un aparcamiento junto al lago Haapavesi. Tranquilo, bonito, rodeado de árboles y con el agua justo al lado. Por supuesto, papi Edu se volvió a bañar. Dice que no puede resistirse.
Ahora ya es de noche. Tito Joan está leyendo, papi Edu prepara la cama y yo estoy tumbado mirando la luna reflejada en el lago. Otro día perfecto de verano en Finlandia.
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