Día 179

Audio file

Hoy ha sido un día de los que me encantan: mucha naturaleza, caminatas emocionantes y, lo mejor de todo, ¡olores nuevos por todas partes! La mañana empezó tranquila, como nos gusta. Solo estábamos papi Edu, tito Javi y yo. Salimos a las 9:30 y nos adentramos en carreteras pequeñas de Letonia.

Nuestra primera parada fue Cēsis, una ciudad pequeñita pero con mucha historia. Caminamos por su casco antiguo, con casas de colores y calles adoquinadas que me daban ganas de trotar de un lado a otro. Pero lo mejor fue el castillo de Cēsis, una fortaleza medieval que lleva en pie desde hace más de 800 años. ¡Imagínate cuántos caballeros y perritos habrán pasado por aquí! También visitamos el parque de Cēsis, donde papi Edu y tito Javi se quedaron mirando un lago muy bonito. Yo, mientras tanto, inspeccioné cada rincón, no fuera a haber algún rastro interesante de otro perro explorador.

Después de Cēsis, seguimos la ruta hasta Līgatne, un sitio rodeado de bosques y ríos donde parece que el tiempo va más despacio. Aquí antiguamente se fabricaba papel y todavía se pueden ver las casas de los trabajadores de la fábrica, que parecen sacadas de otro siglo. Pero lo más interesante de Līgatne son sus cuevas excavadas en la roca arenisca, que antiguamente se usaban para guardar alimentos y, en tiempos de guerra, como refugios secretos. Yo intenté meter el hocico en una, pero papi Edu me dijo que no, que no era para perritos curiosos.

Y entonces llegó el momento más emocionante del día: Lustūzis, una roca gigante de arenisca de unos 250 metros de ancho y 15 de alto. Los humanos de hace siglos cavaron en ella para hacer almacenes y refugios, y ahora tiene un montón de agujeros y pasadizos misteriosos. Pero lo mejor fueron sus escaleras talladas en la roca, que papi Edu y yo subimos como dos auténticos aventureros. Desde arriba, las vistas del río y del bosque eran espectaculares. Tito Javi se quedó abajo, todavía recuperándose de su caída de hace unos días, pero seguro que en otro momento subirá también.

Con la misión cumplida, nos pusimos en marcha para buscar un sitio donde dormir y encontramos un aparcamiento junto a un lago. ¡Y qué sorpresa! Hacía buen tiempo y había un montón de humanos bañándose. Papi Edu, que no puede ver agua sin meterse, se lanzó sin pensarlo. Yo me quedé en la orilla, vigilando que no se le olvidara salir. Poco a poco, la gente se fue yendo y nos quedamos solos. Solo el lago, el bosque y nosotros. Ahora estamos listos para pasar una noche tranquila… ¿o habrá más aventuras mañana? ¡Seguro que sí!

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
7 + 1 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.