Día 180

1 vídeos
Pernoctando al lado de un lago en Augšlīgatne 🇱🇻 Letonia
Audio file

¡Guau, menudo día de aventuras por Letonia! Esto empezó con una noche perfecta junto al lago, sin ruidos sospechosos ni criaturas misteriosas acechando en la oscuridad (a excepción de tito Javi roncando, pero eso es otra historia). Por la mañana, el lugar empezó a llenarse de humanos dispuestos a sumergirse en el agua, como si fuera lo más divertido del mundo. Nosotros, en cambio, preferimos la carretera y nos pusimos rumbo a Sigulda.

Lo primero que encontramos fue una pista de bobsleigh. ¡Sí, sí, de esas donde los humanos se lanzan a toda velocidad en invierno! Pero como era verano, no había hielo ni trineos locos. Aun así, pudimos caminar por algunas de sus curvas y sentirnos como auténticos campeones olímpicos (aunque yo habría preferido un circuito de carreras perrunas).

No era nuestra primera vez en una pista de bobsleigh. Hace un par de años, en Sarajevo, ya exploramos una... pero aquella sí que era diferente. Estaba abandonada, llena de grafitis y con un aire de película apocalíptica.

Después de nuestra experiencia olímpica en Sigulda, fuimos a ver su castillo. Bueno, en realidad dos, porque parece que aquí hay un castillo y un palacio, como si a alguien se le olvidara que ya tenía una casa y construyera otra por si acaso. Los alrededores eran muy chulos, con jardines y vistas impresionantes. Seguro que en su día había perros guardianes aquí... aunque yo soy más del estilo "perro explorador".

De Sigulda nos fuimos a Riga, pero sin meternos en el caos de la ciudad. Encontramos un lago fuera de la capital, con sombra de árboles y agua fresquita para comer y relajarnos. Había humanos bañándose entre las cañas, y papi Edu, como buen anfibio, no pudo resistirse. Y claro, si él se mete en el agua... ¿adivina quién terminó nadando también? Sí, yo. Pero aviso: no tengo alma de pez, y nadar no es mi fuerte. Aun así, sobreviví para contarlo.

Por la noche, la cosa mejoró aún más. Nos movimos unos cientos de metros hasta una cala apartada donde casi podíamos aparcar en la playa. ¡Privacidad total! Un sitio perfecto para una noche tranquila, con el sonido del agua de fondo y sin vecinos ruidosos. Si alguien me pregunta, diré que fue un campamento de lujo... aunque sigo sin entender por qué a los humanos les gusta tanto el agua. ¡Que alguien me traiga tierra firme y un buen hueso para masticar!

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
2 + 11 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.