Día 196

Esta mañana me desperté con el mundo envuelto en niebla. El lago delante de nuestra cámper estaba tan quieto y misterioso que parecía de otro planeta. No se oía ni un pájaro, solo el silencio y mi nariz trabajando a toda máquina.

Salimos sobre las 10, y tras un buen rato de coche llegamos a Rõuge, un pueblo rodeado de colinas y bosques. Allí está el Rõuge Suurjärv, el lago más profundo de Estonia, con 38 metros. Yo me acerqué a mirar, pero sin confiarme demasiado. Eso está muy hondo para mis patitas.

También hay una torre con plataformas que parecen nidos de cigüeñas gigantes. Mi papi y yo subimos hasta arriba y vimos todo el valle, los lagos, el bosque… y a Tito Joan, que se quedó abajo tomando el sol o pensando en la cena.

Después fuimos a Suur Munamägi, la colina más alta de Estonia. Tiene otra torre encima, pero el precio por subir era tan exagerado que nos quedamos en la base. Allí encontramos una valla hecha de esquís y una silla gigante. Tan grande que Tito Joan y papi Edu parecían ratitas a su lado. Aun así, papi Edu subió hasta arriba. Yo no. No me va lo de posar en muebles gigantes.

A mediodía paramos junto al lago Körbjärv. Aunque hacía viento y algo de frío, había gente bañándose. Mi papi Edu, por supuesto, se metió también. Yo preferí quedarme en la toalla, olfateando el aire.

Por la tarde llegamos a Valgesoo matkarada, donde pasaremos la noche. Hay una torre mirador y una ruta entre los árboles. Cuando llegamos estaba lleno de coches y senderistas, pero ahora que cae la noche, solo quedamos nosotros. Silencio, bosque y estrellas. Mañana lo exploramos con calma.

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