Hoy salimos tarde, como a las 11. Yo estaba a gusto en mi camita, así que no me importaba. Primero volvimos a Gulbene, donde aparcamos junto a la estación de tren. ¡Qué pasada! Es enorme, muy bonita, con aire antiguo y bien cuidada. Me subí a un banco para vigilar los trenes (aunque no pasó ninguno). Papi Edu decía que parecía de película… pero a mí me olía más a bocata.
Luego fuimos al castillo de Stameriena (Stāmerienas pils). Tito Joan y papi Edu se metieron dentro mientras yo me quedaba con la cámper. ¡Ellos siempre viendo cosas por dentro y yo desde fuera oliendo árboles! Dicen que el castillo parece un palacio francés, con escaleras elegantes, lámparas brillantes y hasta un piano. ¡Yo habría tocado una pieza con las patas si me hubieran dejado entrar!
Después fuimos a una península rodeada de lago por todas partes. Ahí sí que me lo pasé bien. Comimos en la cámper, me tiré panza arriba al sol, y luego papi Edu se fue a nadar. El agua estaba buenísima, ni fría ni caliente, ¡justo como le gusta a él! Yo me quedé en la orilla vigilando que no le saliera ningún monstruo del lago.
Seguimos ruta y al cabo de un rato… ¡sorpresa! Cruzamos la frontera con Estonia. Sí, había un cartel, pero ningún puesto ni nadie vigilando. Así que pasamos tan tranquilos, como quien cruza al parque de al lado. ¡Y zas! De nuevo en tierras estonas.
Acabamos el día en una zona de acampada controlada, justo en la orilla de otro lago. Hay árboles, patos (aunque no de los que suenan), y todo súper tranquilo. ¡Un sitio perfecto para dormir como un rey bodeguero!
Añadir nuevo comentario