Día 260

Gorna Oryahovitza - Shipka

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¡Qué día más movidito tuvimos! La noche fue de esas que uno desearía olvidar, pero la naturaleza es sabia y a veces parece querer probar nuestra paciencia. El viento no dio tregua, y yo, como siempre, me vi obligado a salir a "hacer mis cositas" varias veces. Como comprenderán, eso y el frío no nos dejaron descansar bien. Pero bueno, al menos el día parecía prometedor, aunque el viento seguía sin ceder.

Salimos de nuestro sitio de pernocta y comenzamos la marcha hacia el sur. Paramos en el camino para hacer algunas fotitos, de un monumento soviético (sí, esos que parecen sacados de una película de ciencia ficción de los años 70). Pero la verdadera aventura comenzó cuando llegamos a Gabrovo. Esa ciudad, amigos míos, es como un portal a la época soviética: fábricas que parecen abandonadas, edificios que te hacen pensar en los tiempos en los que el capitalismo ni siquiera era una palabra y una atmósfera que no tiene nada que ver con la modernidad. Sin duda, la ciudad tiene su encanto extraño.

Mi papi hizo sus compras en Lidl (yo, como buen perro, me quedé en el coche vigilando que nadie me robara el asiento). Cuando terminamos en Gabrovo, seguimos la ruta y subimos al puerto de Shipka. ¿Qué les puedo decir? ¡Eso sí que es un subidón de montaña! A 1.300 metros de altura, uno siente que el viento no te deja ni respirar. No era un buen momento para acercarnos al monumento de Buzludzha, que está aún más alto, a 1.441 metros. Las condiciones no eran ideales, y mi papi, que es un crack al volante, decidió que lo mejor sería no arriesgarse con la nieve y las carreteras congeladas.

Decidimos hacer media vuelta y bajar de nuevo al puerto de Shipka. El viento seguía siendo un enemigo implacable, así que, tras explorar algunas opciones para aparcar en el puerto, nos dimos cuenta de que el frío era insoportable y la carretera tampoco ayudaba. Así que nos dirigimos hacia el pueblo de Shipka, que está 600 metros más abajo (¡pues sí que subimos alto, eh!). Aquí empezaron las decisiones difíciles. Los sitios en Park4Night no nos convencían: uno estaba lleno de gente, otro parecía más un campo de batalla de coches, y el último, cerca de la tumba de Seutes III (un rey tracio de la antigüedad), estaba… ¿cómo decirlo? Sucísimo no, ¡lo siguiente! Pañuelos de papel por todos lados, como si los amantes hubieran dejado sus recuerdos en cada rincón.

Al final, nos refugiamos en el aparcamiento del Археокомплекс „Долината на тракийските царе“ (Complejo Arqueológico Valle de los Reyes Tracios, vamos). Un aparcamiento grande y tranquilo donde apenas había coches, y cuando cerraron el museo, nos quedamos solitos. ¡Perfecto! Y lo mejor de todo: una pared alta que nos protegió del viento, y ¡hasta tenemos wifi gratis! Así que, aunque no llegamos al monumento de Buzludzha, al menos podremos descansar sin preocuparnos por el viento.

¿La buena noticia? ¡El clima para mañana promete! Así que, con el viento calmado, ¡volveremos a intentar llegar al monumento de Buzludzha! Pero esta vez, buscaremos una ruta diferente, ¡y esta vez sí que lo conseguiremos!

Joan

Joan

Huuuuu

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